Los niveles de vulnerabilidad personal y social han aumentado, afectando la salud mental. Aunque la esperanza de vida ha aumentado, los niveles de confort, de calidad de vida y las autogratificaciones inmediatas, siguen siendo las principales aspiraciones de las sociedades modernas y en desarrollo; los niveles de insatisfacción, de angustia existencial, de miedo e inseguridad en perder o bajar de estatus, conllevan a que millones de personas padezcan de una crisis de identidad generalizada, de crisis de valores, de considerarse a sí mismas como seres desechables, atrapados entre el “yo real y yo ideal”.
La crisis es más que económica. Se trata de una crisis moral, de la renuncia del ser para apostar al parecer; o sea, maquillando el rostro, lavando las culpas, y relativizando la conducta, para lograr la vigencia y la notoriedad social a través de la posverdad, del pragmatismo, a la memoria corta y al entretenimiento y distracción social.
Por otro lado, el mercado y la economía apuestan a la inteligencia artificial, no a la emocional, ni a la social, y, mucho menos, a la inteligencia espiritual.
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Literalmente, hay una crisis en el pensamiento, existe una ruptura con las reglas de convivencia y con las prioridades humanas. Diríamos que, es un verdadero descuido y desprotección personal y social, que va desde la salud, el bienestar, la salud mental y la irresponsabilidad de abandonarse en cada área y en cada propósito.
Hoy, menos personas practican el autocuidado, el merecimiento, la autocompasión y la sanación personal. ¿Cuántos hacen ejercicios, comen saludable, escuchan música, leen, reflexionan y buscan del balance de la vida?
Lo que mas observamos es una practica de abandono, de hábitos poco saludables, de perdida del focus en la vida, de inmadurez, de desajustes y crisis existencial, que impacta y reproducen altos índices de trastornos mentales y físicos.
El exceso del pasado produce depresión y el exceso por el futuro produce angustia y ansiedad.
En los momentos actuales hay que tomar el control con el “aquí y el ahora”, priorizar y enfocarse para proteger la vulnerabilidad, aumentar los ingresos y usar el cerebro de forma inteligente, reflexivo y asertivo para solucionar problemas.
En un mundo en crisis, hay que reflexionar para no ser arrastrado e influenciado de forma negativa.
Proteja lo intangible, poner límite y control con lo tangible para no ser víctima del consumismo, el hedonismo y el del “éxito” sin credibilidad.
El balance y la auditoría existencial hay que hacerla en cada etapa de la vida; el mejor resultado es cuando se logra de forma equilibrada, en armonía con el interior y el exterior, sin tener que hacerle trampa a la vida. Ese balance existencial hágalo de forma integral: en la salud, en bienestar social, en las finanzas, en las relaciones sociales e interpersonales, en la familia y en la vida laboral.
Lo peor que le puede pasar es llegar aumentar su vulnerabilidad, ser más riesgoso en todos los órdenes y no saber los porqué de sus trampas y limitaciones.
Las personas parecen distraídas, influenciadas o entretenidas que, van minando sus vidas y socializando el riesgo en diferentes direcciones. Los más sabios o los más inteligentes están reflexionando o buscando el control de sus vidas y de su felicidad. Aún más, buscarla con balance y revisión de actitudes para hacerla duradera y perdurable.