Regreso a las aulas. Ha llamado la atención la rapidez conque se pusieron de acuerdo el Ministro de Educación y el presidente de la ADP para hacer posible que los maestros regresen a las aulas a pesar de que los contagios, por culpa de Ómicron, siguen por las nubes, poniendo en evidencia que fue la politiquería, no el temor al covid-19, lo que inspiró la decisión del gremio de llamar a sus miembros a no reintegrarse a la docencia presencial.
Ver a Roberto Furcal y al profesor Eduardo Hidalgo intercambiar abrazos y parabienes durante la rueda de prensa en la que se anunció el acuerdo entre la ADP y el MINERD lleva a preguntarse porqué, si solo bastaba que el ministro de Educación invitara a un cafecito al presidente de la ADP, se perdió tanto tiempo en cháchara y dimes y diretes que solo demostraron que no obstante las declaraciones de uno y otro el derecho de los estudiantes a recibir docencia no era su principal prioridad.
En ese escarceo no hubo, aunque quiera verse de esa manera, ni vencidos ni vencedores. A Hidalgo, que quiso dar una demostración de fuerza para recordarnos que el PLD está vivo, le salió el tiro por la culata, pues el rechazo a la decisión del gremio lo convenció de que saldría muy mal parado políticamente, lo que por supuesto también afectaría a un PLD que no está precisamente en su mejor momento.
Y también al señor Ministro de Educación, quien por ceguera o soberbia no supo darse cuenta de que no siempre el que tiene el poder es el que decide cómo y cuándo se hacen las cosas, sobre todo en democracia, donde se prefiere el consenso a la imposición.
Mas vale tarde que nunca, oí que alguien razonaba, a propósito de la decisión de los maestros de reintegrarse a las aulas que no debieron abandonar nunca. Pero ya el daño está hecho, oí que otro se quejaba, lamentando que la gran perdedora de este lamentable episodio sea la educación dominicana, que entre tropezón y tropezón parece condenada a la mediocridad perpetua.