Dentro de la crisis del sistema carcelario ha salido a relucir que 3,200 privados de libertad se encuentran en estado deplorable debido a diferentes enfermedades terminales, muchos de ellos sin fuerzas para delinquir o para cometer bochornos a la sociedad. Más que reos, son prisioneros portadores de enfermedades permanentes y muchas transmisibles que pueden contagiar a otros presos y aumentar la población enferma de las cárceles.
Ante esta situación, se anuncia una mesa interdisciplinaria para buscarle solución al problema, pero sucede que en nuestro país cuando se conforman estas famosas mesas siempre le hace falta la pata principal en la toma de decisiones. Y uno se pregunta si las autoridades que tienen bajo su responsabilidad los presos, por qué no ejecutan y toman la decisión más adecuada y resuelven un problema que será aplaudido por toda la sociedad. ¿Por qué si se tiene un inventario de presos con esas condiciones de salud no los cambian por 3,200 delincuentes que andan matando, engañando, atracando y haciendo daño por doquier? ¿Por qué no hacemos una inversión en la adquisición de grilletes electrónicos que al final salen más económicos que los gastos en alimentación y medicamentos a fin de colocárselos a aquellos privados de libertad cuyas enfermedades les permite permanecer vivos por más tiempo, como se los colocan a los ricos y poderosos cuando desfalcan el Estado? ¡La justicia no se puede resolver con injusticias y con desigualdades!
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Consideramos que buscarle una solución al congestionamiento carcelario podría traducirse en beneficios para el sistema penitenciario, para los reos y sus familiares. ¿Será que la parte humana y la misericordia se ha perdido por completo en nuestra sociedad?
Anualmente llegan deportados miles de dominicanos que han cumplido condenas por narcotráfico, robos, violaciones sexuales y todas clases de delitos, y pululan por las calles sin que nadie los moleste, y se nos olvida que los dominicanos de aquí son iguales a los dominicanos que vienen de allá.