Después de aquella burla al CNM, sería prudente evitar otros fiascos
Cuando Jimmy Swaggart se convirtió en su caricatura el efecto de su falsía fue grave. Legiones de seguidores, postrados ante sus sermones histriónicos, no sabían qué hacer con su ídolo convertido en pecador.
Amaban sus prédicas, sus virtudes propaladas por él mismo, sus arrepentimientos. Todos eran Jimmy frente a la pantalla.
Pionero de la difusión del evangelio a través de la tv, ministro de la Asamblea de Dios, predicaba e imputaba delitos a sus competidores, difamaba a otros pastores, hasta que los agraviados hicieron lo mismo con él.
El destape ocurrió a finales de los 80, el evangelista continuó el negocio, pero desacreditado.
El drama de los fariseos es el fingimiento. Deben cuidar sus formas hasta en la alcoba para evitar que aflore la farsa. Viven pendientes de quienes descubrieron el otro yo y para eso, discurso sobra.
Fascina el recuento de inquisidores descubiertos, expuestos a su pequeñez. En este momento nacional, esa canalla es acogida, con un esmero que espanta. Por eso divulga sus pretensiones de ocupar cualquier función pública, con impúdica insistencia.
Como la veeduría ética solo incluye en su inventario un requisito, después de satisfecho, la permisión reina y las aspiraciones florecen. Cualquier insinuación o recordatorio de faltas, es atribuido a malquerencias de vencidos.
Muchos vociferantes esperan su pitanza para compensar su labor durante la campaña electoral. Proliferan aspirantes con el cuellito curtido. Aprovechan la amnistía porque la única exigencia para la retribución es no haber usado en provecho propio fondos públicos.
Y si esa condición es acompañada con la denuncia de presuntos corruptos, mejor.
Tranquilos, esperan. Saben que el pedigrí infractor está debajo del linóleo.
El Consejo Nacional de la Magistratura -CNM- pronto decidirá quiénes integrarán el Tribunal Superior Electoral-TSE-. Sería conveniente una depuración, más allá de las recomendaciones del poder de facto.
Esos influyentes cívicos, creadores de la falacia de la “independencia” como exigencia mediática para el desempeño de los cargos públicos, deben decidir si avalan o no a delincuentes independientes.
Aunque la especie más cotizada es la de independientes abinaderistas, el rasero luce complaciente, laxo. Permite independientes acosadores, estafadores, agiotistas, extorsionadores, difamadores, homicidas, violadores.
Después de aquella burla al CNM, protagonizada por un juez transgresor sería prudente evitar fiascos similares. El magistrado emocionó a los consejeros. Expuso sus afanes y conquistas.
Ninguno de los asesores advirtió al presidente de la República, a los representantes del Poder Legislativo, del Poder Judicial ni a la Procuradora General de la República que el juez García del Rosario, aspirante a un puesto en el Tribunal Constitucional, intentó encubrir su responsabilidad, después de haber provocado la muerte de tres personas, cuando el vehículo que conducía chocó con un motor.
Abandonó las víctimas e intentó eliminar las pruebas que podían incriminarlo. Tiene en su haber la violación de una alumna. Consiguió piropos de los miembros del CNM y exhibió el apoyo de distintas organizaciones de la sociedad civil.
Por ahí andan conspicuos moralistas acosadores celebrando su próxima escogencia. Saben que no habrá querella ni rechazo a sus devaneos y esperan gratificación condigna.
Un pintoresco y querido personaje de mi pueblo, protagonista de travesuras que hoy tienen categoría de infracción, cuando cumplía con el sacramento de la confesión le decía al sacerdote: apúntemelos todos, menos matar. Obediente cumplía la penitencia impuesta y ratificaba que asesino no era.
En este tiempo de especiales virtudes, hechas para la ocasión, algunos elegidos pueden cometer delitos y crímenes y la comisión no les impide el beneficio de un decreto o de una designación proveniente de otro estamento. Es la nueva usanza con sus reglas y premios.
Se les apunta todo, como al personaje puertoplateño, menos el disfrute de fondos públicos y los juramentan. Así se conforman órganos autónomos, trascendentes para el fortalecimiento de la institucionalidad. Es la manera de construir la impunidad de “los buenos” ignorando sus fechorías.
La nómina pública incluye airosa a esos “independientes” infractores y fariseos. Son bienvenidos, siempre que sus delitos no afecten el erario. Como Swaggart, seguirán indemnes, hasta que una agraviada reaccione.
El drama de los fariseos es el fingimiento. Deben cuidar sus formas