La neblina apocalíptica nos envuelve como si fuera el humo del vertedero de Duquesa, enfurecido y decidido a dejarnos ciegos, impidiendo percibir los resultados de una democracia humanamente redentora.
Nuestra democracia la han dejado sin materia, sin carne, sin tuétanos, sin tangibilidad y sin vida, debido a las acciones de hombres y partidos disfuncionales y sin apego a la vida colectiva.
Nuestra democracia es ocultada detrás de los hombres que no están ocultos; hombres visibles promoviendo una democracia invisible y sin resultados. Hombres sin sabor a tierra, sin sabor a pueblo y mucho menos sin sabor a Estado. Hombres disfrazados de democracia, haciéndonos creer que están llevando el legado liberador de la democracia que nació en Atenas, pero sin temor a dejarla caer, fragmentándola en mil pedazos.
Esos líderes viven separados del pueblo, vendiéndonos sueños y cuentos cargados de sátiras.
Este es el mundo sociopolítico en que vivimos, y en el que estamos llamados a arreglar lo incierto, lo intermitente y lo caótico. Nuestro pueblo está flagelado y ya no aguanta más; por esta razón, necesitamos una revelación que nos sacuda y nos inquiete a una rebelión con dirección y propósito.
¡Un momento! Me gustaría aclarar que no todas las rebeliones son negativas, hay rebeliones positivas y necesarias que inducen a los pueblos a deshacerse del abuso y la vergüenza que el sistema arbitrariamente les impone.
Nuestros gobiernos han impuesto el nepotismo, clientelismos, caudillismo, etc. Tanto así, que nos han quitado la confianza en el voto, porque no sabemos si nuestros votos son contados o no, hay que cuidar cada voto y defenderlo como fieras salvajes en medio de un desierto. Además, sabemos muy bien que de forma pública se practica la entrega de dinero a los votantes, y se presiona a los empleados del Estado, con la cancelación si no votan por el gobierno de turno; y creemos que esto es normal, y lo aceptamos porque la neblina social aún sigue en nuestros ojos, produciéndonos una miopía que no nos permite ser críticos e independientes.
La neblina apocalíptica sigue deslizándose de forma sigilosa, poniendo en cautiverio a todo un pueblo que teme rebelarse, un temor originado por una concepcion errónea y masoquista, es un temor gigantesco a los espacios que nos invitan a la libertad. Pero tenemos un problema, y es que hemos vivido por mucho tiempo sin revelación, y lo nuevo y espacioso nos genera agorafobia, hasta el punto de sentirnos inhibidos, paralizados, sin la capacidad de duplicar aquellos gritos de libertad y rebelión de Antonio Montesino frente a una mayoría equivocada. Pero de una cosa debemos estar seguros, que si emulamos aquellos gritos del fraile español, Montesino, surgirán rebeliones en forma de una perestroika caribeña, extinguiendo la cortina de humo que nos ha impedido por decenas de años interpretar la revelación que nos debe llevar a un climax de rebelión organizada, con movimientos respetuosos, guiados con acciónes sujetas a los principios democráticos.
Hasta que el pueblo no reciba una verdadera revelación de cómo debería funcionar el Estado y la democracia, no se generará una auténtica rebelión; una rebelión sin armas, sin muertes, sin atropellos, con ausencia de anarquía, pero con una acción intencional, determinada y puntual; con principios de prosperidad y libertad. Esta rebelión necesitará abrazar las herramientas establecidas en los principios democráticos; fácil y simple, estos principios son:
– La libertad, virtud que no se limita a la emisión del sufragio. Desafortunadamente, en nuestro país, este ejercicio es abiertamente violentado por el clientelismo; la libertad de la democracia tiene carne y hueso, es aquella que genera prosperidad, equidad, y elimina el nepotismo, el compadreo sin criterio y sin moral.
– La igualdad o equidad es la otra virtud de la democracia. Esta virtud se alimenta de la libertad, generando en el pueblo un sentir de pertenencia y crecimiento integral. Una equidad donde el pueblo tiene la potestad, dentro del marco legal y moral, de elegir, crecer, accionar sin temor y sin presion, esto es equidad.
Cuando no existe la libertad y la igualdad, el pueblo está obligado al derecho inherente de rebelarse, como se rebeló Jesús en el momento que fue al templo y vio aquel espacio destinado a lo sacro, convertido en un lugar comercial. Se rebeló, gritó, tumbó las mesas, y algo más…
Invitamos a este pueblo a entender la revelación que nos recuerda que nunca hemos tenido un período de oro. La praxis de la revelación es la rebelión democrática, unir voluntades, votar correctamente, ver el fraude como la semilla de la pobreza. Unir voluntades trasciende a los partidos políticos convencionales, es unirnos para actuar desde una plataforma que responda a los intereses del Estado. Unir voluntades es el arma más poderosa que posee un pueblo; es la acción donde un grupo o una masa de ciudadanos toma dominio de su destino, y se antepone a las tradiciones, paradigmas y mañas establecidas por una minoría que atropella a la mayoría.
Esperamos una revelación que genere una rebelión fructífera, que retome el poder que nos otorga la democracia, y que como nación levante los ideales de los trinitarios, y se lance a construir aquel estado que nunca hemos tenido.
Invitamos al pueblo dominicano a buscar una revelación, de lo contrario seguiremos sembrando en el aire, alimentando a los partidos omnívoros que solo generan involución.
Necesitamos una revelación y una rebelión que nos lleven a rescatar nuestro pueblo y a disfrutar plenamente la democracia.