En materia de lucha contra la corrupción permanecemos en el mismo lugar: CERO.
Entre el chernaje, el amiguismo, el mirar hacia el otro lado, la permisividad, la cobardía y la complicidad, hemos construido un monumento a la impunidad muy bien cimentado, muy bien estructurado y muy bien aceitado, para que funciones muy bien.
A mi corta edad (mi corta edad significa que voy a vivir menos que lo que he vivido), a mi corta edad, repito, nos conocemos todos.
El hecho de que nos conozcamos todos quiere decir que sabemos qué pata puso qué huevo, de dónde salen los bienes, bien o mal adquiridos por familias y personas, por tal razón estamos en conocimiento del origen de esas fortunas.
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Cuando una persona adquiere fortuna de un día para otro, como se decía de los perredeístas en 1978, cambia la casa, el carro, la mujer y se muda del barrio.
Los demás nos damos cuenta porque los conocemos, porque hemos convivido con ellos por años, sabemos de sus apuros, de sus carencias, de sus aspiraciones.
De pronto, comienza a soplarle un incesante y fresco viento de cola que lleva el barco a paso firme, constante y alegre, como dice el pueblo, la persona está comiendo con salsa.
Un hermoso verso dice “llegar a rico sin usura” a nadie se le prohíbe que trabaje, invente, cree y genere riqueza, lo que se critica, y debe ser perseguido por la autoridad, es que la acumulación de bienes se haga a costa del erario y con la complicidad de la autoridad que debe perseguir el delito.
Pero pasa un gobierno, viene un gobierno y vuelve otro y nada, los ladrones de ayer son protegidos con la no persecución, con la falta de diligencia para que cada cual demuestre de dónde, cómo y cuándo adquirió esos bienes que exhibe con descaro, como si se burlara del pueblo y sus “instituciones”, eso es lo pecaminoso y lo peor es cómo esa gente es aceptada, sin ningún rubor, por una sociedad que se pliega ante el dinero como una puta, sin que importe su procedencia.
No me gusta eso de que acusados de robo al erario devuelven sumas de dinero que llenan los ojos de los ingenuos ¿de dónde sacaron tanto dinero para devolver tales sumas?
¿Cuál es el origen de sus fortunas? ¿Se va a investigar o se le va a dar un paño con pasta a los zapatos para que aparenten limpios?
La investigación del enriquecimiento ilícito debe ir más allá de lo que malversaron en sus últimas operaciones dolosas, debe llegar al origen del último centavo de los delincuentes de cuello y corbata.
¡Ningún robón y cuenta nueva!