Sam Shepard, un nuevo tipo de artista que cambió el teatro

Sam Shepard, un nuevo tipo de artista que cambió el teatro

NUEVA YORK. Suficientemente viejo como para ver desaparecer el mundo rústico de su niñez, Sam Shepard fue un nuevo tipo de hombre que renovó el lenguaje del teatro estadounidense.

En “True West”, ″Buried Child” y otras obras revolucionarias, los personajes de Shepard hablaban con una dura poesía y una introspección cruda rara vez escuchada de un hombre o una mujer del oeste estadounidense. Al igual que William Faulkner al escribir sobre el sur del país, Shepard le dio voz a una sociedad acechada por el rechazo y la derrota y un temor a estar del lado errado de un viejo argumento moral.

“Hay algo oculto, profundamente arraigado en el hombre angloamericano que tiene que ver con inferioridad, que tiene que ver con no ser un hombre, y siempre, continuamente tener que representar alguna idea de hombría que es invariablemente violenta”, dijo Shepard, fallecido la semana pasada a los 73 años, al New York Times en 1984. “Este sentido de fracaso corre muy profundo — quizás tiene que ver con que la frontera sea sistemáticamente incautada, con la culpa de haber conseguido este país aniquilando una raza nativa de personas, con toda la ética laboral protestante. No puedo identificarlo, pero es fuente de mucha curiosidad para mí“.

El apuesto y taciturno Shepard fue moldeado por la vida fronteriza que lloró y criticó y por los cambios revolucionarios de la era post Segunda Guerra Mundial que ayudaron a vencerla. Parecía un heredero de Gary Cooper y otros astros de westerns de Hollywood, pero era un artista para una época rebelde y desafiante. En su obra de un solo acto de 1971 “Cowboy Mouth”, que escribió con su entonces novia, la músico y poeta Patti Smith, un personaje dice: “La gente quiere un ángel callejero. Quiere un santo pero con boca de vaquero”, un papel que Shepard representó para muchos.

“Básicamente escribía para actores”, dijo Shepard a The Associated Press en el 2011. “Y los actores parecían apropiarse inmediatamente de ellas, de su ritmo, del sonido y de los personajes. Comencé a entender que hay una posibilidad de conversación entre los actores y así fue como empezó todo”.

Shepard era más recordado por sus obras desgarradoras y su papel prominente en el movimiento Off-Off-Broadway. Su drama de 1979 “Buried Child” ganó el Pulitzer de teatro. Otras dos obras, “True West”, sobre dos hermanos en guerra, y “Fool for Love”, sobre un hombre que teme que se está convirtiendo en su padre, también fueron nominadas a este premio.

Sus muchos créditos en el cine incluyeron “Days of Heaven” (“Días de gloria”) de Terrence Malick, “Steel Magnolias” (“Magnolias de acero”), “The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford” (“El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”) y “Mud” (“El niño y el fugitivo”) del 2012. Fue nominado a un Oscar por su interpretación del piloto Chuck Yeager en “The Right Stuff” (“Los elegidos”) de 1983 y escribió el aclamado drama de Wim Wenders de 1984 “París, Texas”. Actuó con mayor frecuencia con el pasar de los años; apuntó que con una película podían pagarse 16 obras de teatro.

“Siempre sentí que la dramaturgia era el hilo conductor de todo”, dijo Shepard en el 2011. “Si lo piensas, el teatro contiene todo. Puede contener al cine, pero el cine no puede contener al teatro. Música, danza, pintura, actuación. Es todo”.

Samuel Shepard Rogers VII nació en Fort Sheridan, Illinois, en 1943. Vivió por el suroeste estadounidense de niño, pero pasó gran parte de su tiempo en una hacienda aguacatera en Duarte, California. Su padre era un maestro de escuela alcohólico y expiloto del ejército; Shepard más adelante escribió con frecuencia sobre los daños cometidos por borrachos, incluyéndose. Sus primeras obras — ataques verbales fogosos y surrealistas — empujaron al teatro estadounidense en una dirección energizada y frenética que iba a tono con los tiempos. Shepard, también un baterista, consiguió su propio ritmo de rock ’n roll. En busca de espontaneidad, inicialmente se negó a reescribir sus borradores, una estrategia que luego desestimó como “simplemente estúpida”.