§ 1. Hace breve tiempo el abogado criminalista Héctor Dotel, graduado hace más de 40 años en la Universidad de Poitiers, publicó en HOY un artículo alarmante, pero al que nadie le hizo caso, sobre el arropamiento de la criminalidad pequeña o rateril que no es más que expresión de la grande, porque son vasos comunicantes y forman sistema debido a la complicidad entre policías, los miembros del pequeño crimen a quienes ellos los uniformados conocen, manipulan y se reparten los beneficios de los despojos y los jueces blindados y ciegos que ejercen una justicia populista para no crearse problemas con los delincuentes y con la comunidad.
§ 2. En un convivio con sancristobalenses surgió espontáneamente, después de repasar un sinnúmero de tópicos entre veras y bromas, el tema de los robos menores en San Cristóbal y cómo están afectando la economía, la sicología y el estado de ánimo de aquella población laboriosa y la queja general fue que, a esos pequeños delincuentes, atrapados in fraganti, a veces los condenan, otras los absuelven y existe uno incluso con más de treinta condenas y siempre sale bien librado de la cárcel. Surgieron así en el convivio diferentes opiniones y opciones acerca de cómo revolver el problema.
§ 3. Como si fuera un diálogo socrático, empleo seudónimos en vez de los nombres reales de los participantes, habló Patros, hombre de larga experiencia, mesurado, pragmático. Según él, como el sistema policial y judicial está corrompido, no vale la pena incoar querellas, por ejemplo, en el caso de los robos cotidianos que se suceden en la villa serie 2, porque aunque haya una condena leve, no recuperas lo robado y el delincuente aparece suelto a la semana del juicio y si adoptas represalias contra él, te lo ganas de enemigo, junto a los demás ladronzuelos, aparte, por supuesto, de ganarte de enemiga la familia del caco, que no lo defiende públicamente por ser tal, sino por ser familia. Patriarca de la vida sancristobalense, alega Patros ante algunos contertulios que le acusan de inacción y de propiciar una conducta paseísta que incita más a los ladrones a cometer robo y hasta llegar a matar a miembros de la familia que atracan, que no vale la pena responder con la violencia, pues la justicia populista te va a condenar a 20 o 30 años, y el tipo está muerto y familiares y cómplices de la víctima te asecharán para tomar venganza y pone ejemplos recientes de sucesos de sangre como el de Moncada que mató a un vecino por un parqueo y grita a quien quiera oírle que está arrepentido de ese acto y que no se explica cómo llegó a cometerlo, obsesión que quizá termine perturbándole sicológicamente. O el del excontralmirante Félix Alburquerque Comprés, exjefe de la Marina y director de la DNCD, bañado en cuartos, pero ahora aherrojado en un cuartucho miserable en espera de una condena de entre 20 y 30 años. ¿Y qué ganaron esos dos con su acción? Su propia destrucción y la de su familia.
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§ 4. Esmeider, hombre de soluciones violentas, contradice a Patros, su compueblano, quien aprueba que si se atrapa a un ladronzuelo con la mano en la masa hay que dejarlo ir y no tomar uno mismo la justicia en su mano, pero echa mano al argumento de que se le mande a matar con un sicario. El narrador le espeta a Esneider que esa no es una solución, pues la policía conoce a todos los sicarios y encontrará al matador y este confesará que Fulano le entregó 10 mil pesos para que le limpiara el pico al pilluelo. Quizá lo que Esneider desconoce es que el sicario reparte, como está protegido por el mismo sistema policial, parte del botín con algún uniformado y el día que ponga en peligro el rango del protector, este tiene los medios para quitarle del medio, como sucede con los pequeños traficantes de drogas que ponen en peligro, por deslenguados, el nombre de los protectores de los puntos de drogas.
§ 5. Interviene Payelo, un afectado que está construyendo tremenda casa secundaria y dice que es partidario de llevar a la justicia a los ladrones y que a él le están robando varillas y cemento y está investigado para dar con los culpables. Otra vez interviene Patros para decirle al ingeniero que el robo lo comete el cuidador de la construcción en complicidad con dominicanos y que deje eso así, pues nada ganará en la justicia y se ganará de enemigo al sereno y sus cómplices y un día lo asecharán y machete en mano le cortan la cabeza. Panorama sombrío y lúgubre ante una justifica ineficiente, ineficaz y tardía, pese a lo bien que anda a juicio del activista político que la dirige. En este punto no sé si la víctima del hurto de sus materiales de construcción le hará caso a Patros o seguirá adelante con su proyecto de querellarse ante la justicia.
§ 6. No bien ha terminado su perorata el infeliz constructor cuando solicita el uso de la palabra Trimarco, quien se despacha con tremenda historia de un ladronzuelo, un morenito juvenil, que entró a su residencia de dos pisos y oyó desde el segundo nivel el crujido de la puerta de vidrio y las pisadas silenciosas del caco, pero quizá turbado no atinó a encender las luces de la vivienda, lo cual hubiese ayudado identificar al sujeto. Pero este se dio cuenta del movimiento del propietario de la casa y salió lentamente de la vivienda y afuera le esperan dos cómplices. Pero cuenta la infeliz víctima que al día siguiente volvieron los cacos en un descuido en que su hija dejó una puerta abierta, los pillos se llevaron los muebles del jardín y solo quedó la mesita de centro, por la cual volvieron en la noche y se cargaron además una mecedora. Cosa espantable esta que está sucediendo en San Cristóbal, pero que es un mal del país entero y cuando ya la población esté harta y acogotada por los delincuentes, será tarde para las autoridades, quienes se despertarán con no se sabe qué tipo de tragedia general. Trimarco es, ya se ve por el relato, partidario de la conducta de Patros: laissez faire, laisser passer, que algún día ahorcan blanco o a cada puerco gordo le llega su San Martín. Lo dijo claro: Hay que hacerse el pendejo, como recomienda el siquiatra Héctor Guerrero Heredia.
§ 7. Dionis, nombre muy común en San Cristóbal, aprueba la política pacifista de Patros, pero dice que alguien se ha artillado de tres perros Pitbull y una noche entró un caco a su residencia y fue atrapado en una pierna por el felino y ya usted sabe por experiencia o porque se lo han contado que cuando un Pitbull agarra, el poder de constricción de las mandíbulas es tan grande que no hay “greadar” que las despegue una vez mordida una pierna. De modo que el caco que corrió esta aventura parece que no se percató antes de la existencia de esos asesinos nocturnos y aunque logró huir, no llegó lejos, pues murió desangrado. Creo, junto con Mahomed, que casi no opinó sobre estos sucesos que escuecen la vida de los sancristobalenses y del país en el general, que proveerse de estas municiones de Pitbull es la mejor manera de protegerse de los ladrones sin tener que coger 20 o 30 años de cárcel o ser amacheteado por amigos delincuentes o familiares de la víctima. No hay que dar cumplimiento a la frase muy en boga en esta época: “Le matas como malo y lo pagas como bueno”.
Ante cada ocurrencia, algunas damas presentes en el convivio reían tímida o discretamente al escuchar la diversidad de opciones de los contertulios.