A mediados de 2021 escribí sobre la necesidad de que el Gobierno se preparara para responder al rebrote de delincuencia que se produciría una vez se reabriera la economía y terminara el toque de queda.
Se sabe, la delincuencia no es nueva en la República Dominicana. De hecho, la pandemia dio un receso. El cierre de la economía redujo la actividad delincuencial porque la gente estaba encerrada en sus casas, había pocos transeúntes y vehículos en las calles, y los policías y militares custodiaban para aplicar el toque de queda.
Incluso los mismos agentes policiales y militares vinculados a la delincuencia enfrentaban dificultad para actuar porque hubiesen sido los principales sospechosos en medio del toque de queda.
Por eso, además de controlar la propagación del COVID, el toque de queda ayudaba a prevenir la delincuencia.
Pero había que volver a la normalidad sin restricciones de horarios y movilidad, y ahí estamos desde fines de 2021.
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En la República Dominicana siempre ha habido escasez de datos sobre la magnitud de la delincuencia callejera porque muchas personas no reportan los incidentes a la Policía por la desconfianza en los agentes.
Para tener una idea aproximada del problema se han utilizado encuestas de opinión pública que indagan sobre experiencias directas con actos delincuenciales y la percepción de la ciudadanía.
En esas encuestas se ha constatado que la percepción de inseguridad tiende a ser mayor que la realidad delincuencial porque el temor se produce no solo en las víctimas, sino también entre quienes se enteran.
El termómetro político es la sensación generalizada de inseguridad e impotencia que se genera a partir de la ocurrencia de actos delincuenciales que resuenan en el país. Ese sentir (que no es percepción irreal) se ha disparado últimamente.
¿Por qué hay un rebrote de la delincuencia? Seis factores me parecen fundamentales.
Primero, la reapertura de la economía y el fin del toque de queda trajo de nuevo a las calles a los delincuentes de oficio que habían estado confinados como el resto de la sociedad.
Segundo, la reapertura también trajo a las calles a toda la población, habiendo así más víctimas potenciales.
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Tercero, el narco y el microtráfico se han recuperado junto al resto de la economía.
Cuarto, aunque se han recobrado muchos empleos, las estadísticas laborales muestran que muchos de esos empleos son informales; o sea, hay una mayor precarización del trabajo en un país de grandes desigualdades históricas. Ojo: la desigualdad es mejor predictor de la delincuencia que la pobreza en sí.
Quinto, aunque no hay datos precisos, es de suponer que durante la pandemia un segmento de jóvenes abandonó las escuelas y universidades y podrían estar ahora tentados a recurrir a la delincuencia como medio de vida.
Sexto, el deseo de riqueza desborda y vivimos tiempos de limitaciones.
Lanzar policías y militares a las calles puede ser un tranquilizante temporal, pero no es solución duradera al problema.
Hoy el país está de luto por el vil asesinato del ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera. Paz a su alma y consuelo a su familia.