La Semana Santa es un tiempo sagrado que merece nuestro detenimiento para revivir junto al Señor su Pasión, Muerte y Resurrección.
Santifiquémosla, manteniendo en nuestro interior una actitud de vigilancia y reflexión.
Meditemos en el verdadero valor de la Semana Santa, que radica en el significado que le dio a la existencia humana aquel que se ofreció por amor: Jesús de Nazaret.
Dios, creador nuestro, todopoderoso, se encarnó como uno de nosotros para morir en la cruz por ti y por mí, para regalarnos la esperanza de la vida eterna. Jesucristo, quien venció a la muerte y fue glorificado por Dios Padre en su resurrección al tercer día, será celebrado de nuevo el Domingo de Resurrección.
Para el bienestar de nuestras almas, es esencial que vivamos con plenitud el significado de la Semana Santa. Meditar cada día sobre los acontecimientos de la vida de nuestro Redentor, unidos a Él en oración constante, nos abre a la transformación personal que solo Él puede ofrecernos.
Debemos recibir su Amor Infinito y dejar que sus enseñanzas ricas y profundas se interioricen en nosotros. Es fundamental que imitemos su actitud de perdón y entrega total, aprendiendo a amar de manera genuina.
Jesús, colgado en la cruz, fue acusado injustamente por hacer el bien. Ante la burla y el desprecio de la multitud, sus amigos lo abandonaron, pero, aun así, sus palabras resuenan poderosamente: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

También nosotros debemos reflexionar sobre cuántas veces le hemos abandonado. Cada uno de nosotros conoce nuestras propias fallas, y es crucial recordar que, si nos acercamos a Él con corazón contrito y humillado, Él nos perdona y nos ofrece su salvación.
La Pasión de Cristo es un testimonio de paciencia y una garantía de que, a través del sufrimiento con Él, podemos alcanzar la gloria en Él.
En este viaje espiritual, pidamos a Nuestra Madre María, quien estuvo con Él al pie de la cruz, la gracia de su intercesión para serle fiel en cada uno de nuestros pasos.
La respuesta a este llamado espiritual está en nuestras manos.
Para aquellos que deseen participar en los cultos de la Semana Santa en la Catedral de Santo Domingo, Primada de América (templo jubilar donde, si nos disponemos espiritualmente, podremos recibir indulgencias plenarias), a continuación el itinerario:
Celebraciones:
– Domingo de Ramos:
Comienza la Semana Santa con la celebración que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
13 de abril: hay dos misas en la Catedral, a las 12:00 del mediodía y a las 5:00 p. m.
– Jueves Santo: 17 de abril
9:00 a. m. Misa Crismal (para sacerdotes)
8:00 p. m. Misa Conmemorativa de la Cena del Señor. En esta misa se conmemora la Última Cena y el lavatorio de pies.
Visita a los monumentos.
– Viernes Santo: 18 de abril
Este día se celebra la Pasión del Señor y la crucifixión de Jesús.
1:00 p. m. Las Siete Palabras
3:30 p. m. Solemne Acción Litúrgica en la Pasión y Muerte del Señor
8:00 p. m. Concierto «El Caminante de Nazareth» (será también televisado por Televida y transmitido por el canal de YouTube de la Catedral)
– Sábado Santo: 19 de abril
Este día se celebra una de las liturgias más importantes del año, donde se conmemora la Resurrección de nuestro Señor.
11:00 p. m. Vigilia Pascual
– Domingo de Resurrección: 20 de abril
Se celebra la Resurrección de nuestro Señor.
12:00 m. Misa Pascual
5:00 p. m. Misa
Ante la tragedia acontecida en la discoteca Jet Set, unas palabras finales de esperanza para aquellos que hayan perdido seres queridos:
En momentos de profunda tristeza y pérdida, como los que estamos experimentando como nación tras el trágico desplome del techo de Jet Set, es natural sentir incertidumbre y dolor. Sin embargo, podemos encontrar consuelo y esperanza gracias a la resurrección del Señor. Esta fe nos recuerda que la muerte no es el final, sino una transición hacia una vida eterna llena de amor y paz junto a Él.
Aunque la separación física duele, tenemos la certeza de que nuestros seres queridos están en un lugar donde ya no hay sufrimiento, y que algún día podremos reencontrarnos con ellos, porque en Jesús tendremos vida eterna.