Sin importar los ámbitos, transformar la identidad en ventaja comparativa y competitiva, implica, entre otras decisiones y acciones, gestionar de manera integral los componentes tangibles e intangibles que la sustentan, así como planificar, implementar y controlar estrategias y medios para visibilizarlos y socializarlos. La identidad se robustece cuando los elementos que la integran son comunicados eficientemente, buscando con ello que las audiencias internas y externas puedan percibirlos, conocerlos, diferenciarlos y valorarlos.
De manera llana, podría decirse que la imagen pública de una organización, marca o persona, consiste en las percepciones, actitudes y opiniones que se forman y expresan por distintos medios sus audiencias, con respecto a la coherencia y consistencia entre los componentes que sustenta el ser y el parecer de su identidad. Las organizaciones, igual que las marcas y las personas, poseen su propia personalidad, la cual se construye, se comunica, se socializa, se posiciona, se mantiene y se actualiza.
Hacer de la imagen pública institucional y personal un activo intangible de alto valor agregado, implica realizar una gestión inteligente de la simbiosis lógica que se produce entre la imagen pública de las organizaciones y la de sus colaboradores internos. En este sentido, sin duda, la reputación, la credibilidad, la efectividad de la toma de decisiones, la pertinencia de las actuaciones, el manejo de las relaciones y la veracidad de las informaciones que generan y difunden las empresas e instituciones, pudiesen perjudicar o beneficiar a cada uno de sus miembros, y viceversa.
Todo cuanto piensen, decidan, hagan y digan las organizaciones, puede afectar positiva o negativamente a cada uno de sus miembros. En este orden, tiene sentido el hecho de que el comportamiento de los colaboradores internos, puede llegar a perjudicar o beneficiar a la empresa o institución en la que laboran. Es muy común la falta de simbiosis entre la imagen pública que exhiben muchas organizaciones y la que proyectan sus empleados. Un ejemplo fehaciente de simbiosis entre la imagen institucional y personal, es cuando un emigrante dominicano incurre en acciones ilícitas en otros países. En este sentido, es inevitable que su mal comportamiento termine dañando la imagen pública de todos sus compatriotas.
Otro ejemplo reciente de falta de simbiosis entre la imagen pública de una institución y la de su personal, lo constituye la actitud violenta e inhumana que asumieron varios miembros de la Policía Nacional en contra del ciudadano David de los Santos. Esta reprochable e indignante actuación de los policías, lacera la muy deteriorada imagen pública institucional de la Policía Nacional. Cada vez que un profesor, un médico, un abogado, un periodista, un empresario, un dirigente laboral, un político, un juez, un legislador o un funcionario gubernamental, hace lo incorrecto, lo más lógico y normal es que la imagen pública de la entidad a la que representa o pertenece se lastime.
¿Cómo lograr simbiosis sostenible entre la imagen pública de las organizaciones y la de sus colaboradores internos? Una de las respuestas a esta interrogante, sería la de gestionar y comunicar de manera integral, coherente y consistente los componentes tangibles e intangibles de la identidad.
Se ha comprobado que la imagen personal no agrega ningún tipo de valor a la institucional, cuando quienes la sustenta asumen las siguientes actitudes o comportamiento:
- Hacerse prisioneros del odio, el resentimiento, la envidia, el miedo, la ira y las frustraciones.
- Pensar, decidir, vivir, relacionarse y actuar como lo hacen los egocéntricos y megalómanos.
- Vivir al margen de un proyecto de vida realizable en el corto, mediano y largo plazo. Entiéndase, viven como Juancito el caminador.
- Sus decisiones y actuaciones solo generan huellas negativas y heridas que no cicatrizan.
- Vivir con arrogancia, prepotencia, violando los límites, las normas, los procedimientos, así como pisando y dañando a los demás.
- Sustentar la vida más en el parecer que en ser.
- No hacer lo correcto.
- Inscribirse en el club de los “perosos y quejosos”.
- No trabajar de manera colaborativa.
- Excluir a los que tienen pensamiento crítico.
- Usar su cuota de poder en contra de sus semejantes.
En cambio, la imagen pública personal agrega valor a la institucional, cuando los individuos asumen las posturas siguientes:
- Usar adecuadamente las inteligencias (emocional, espiritual, social, corporal y cognitiva) en la toma de decisiones y en sus actuaciones.
- Practicar la solidaridad, la compasión, la humildad, la sinceridad, la empatía y la resiliencia.
- Gestionar los conflictos con madurez emocional.
- Vivir con amor, libertad, así como respetar las ideas y puntos de vista de los demás.
- Ser honesto, proactivo, agradecido, ético, asertivo y positivo.
- Practicar la cortesía en todo momento, lugar y circunstancia. (Saludar, dar las gracias, pedir por favor).
- Hacer esfuerzos por ser mejor persona cada día.
- Construir simbiosis entre los valores y principios personales, y los componentes tangibles e intangibles de la identidad organizacional.
- Predicar con el ejemplo.
Como se observa, para construir simbiosis sostenible y productiva entre la imagen pública de las organizaciones y la de sus colaboradores internos, es necesario hacer y no hacer determinadas cosas. La simbiosis es como el reloj: “sus piezas por separado, no podrían indicar la hora”. En síntesis, es imposible crear y mantener una imagen pública institucional y personal creíble y sostenible, sin unos componentes tangibles e intangibles de la identidad, los que a su vez requieren ser correctamente comunicados y socializados. La simbiosis se produce cuando las organizaciones y su talento humano deciden trabajar juntos para alcanzar logros significativos y de alto valor agregado.