La verdad hay que decirla: no ha sorprendido el resultado del operativo realizado por el Intrant para poner a prueba los nuevos alcoholímetros, donde el 20% de los 177 conductores sometidos a la prueba de alcoholemia dieron positivo, de los cuales el 10% estaba por encima del grado establecido por la ley, es decir completamente borrachos.
Desde hace tiempo se sabe, porque las estadísticas se actualizan cada año, que el consumo de alcohol sin medida ni control es en gran parte responsable de que República Dominicana sea, hoy por hoy, el país que encabeza el ranking mundial de muertes relacionadas con accidentes de tránsito. Según datos de World Statistics nuestro país exhibe una alarmante tasa de mortalidad de 65 muertes por cada cien mil habitantes, un dato estremecedor que hace tiempo debió motivar acciones puntuales y concretas para enfrentar lo que puede considerarse una tragedia nacional.
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Los resultados del pasado viernes en la Winston Churchill nos están recordando que el problema sigue ahí, que algo hay que hacer, y pronto, para enfrentarlo, y la preocupación expresada por el director del Intrant, Milton Morrison, son un buen comienzo siempre y cuando acompañe con acciones sus palabras. Por eso es tan importante que se le dé continuidad a este esfuerzo y que esos operativos, así como las sanciones severas que se apliquen a los conductores que se sorprenda violando la ley, se conviertan en una rutina en las noches del Gran Santo Domingo, donde manejar en estado de embriaguez es una especie de deporte de alto riesgo al igual que en el resto de la geografía nacional.
El director del Intrant ha dicho, y propongo tomarle la palabra, que la revisión de la alcoholemia a los conductores será constante con el objetivo de reducir de manera significativa las muertes por accidentes de tránsito, que además de una tragedia nacional son también una vergüenza que refleja nuestro poco respeto como sociedad hacia un don tan valioso como la vida humana.