Sina y las hermanas Mirabal: de las cárceles trujillistas a la libertad condicional

Sina y las hermanas Mirabal: de las cárceles trujillistas a la libertad condicional

En la entrega de la semana pasada, citábamos que María Teresa Mirabal llegó a la cárcel de “La 40” el día 21 de enero de 1960. Su hermana Minverva lo hizo el 22. El día 20, la Ingeniera Tomasina Cabral (Sina) fue la primera mujer en ser trasladada a ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio, instaurado por la dictadura en sus finales. El valioso testimonio de Sina está contenido en el libro Las heroínas no callan, de la periodista Wendy Santana. Allí describe con lujo de detalles todo lo que padeció y sintió junto a sus compañeras. A su juicio, las siete mujeres que conocieron la cárcel de torturas de La 40 eran fuertes, “pero las más resistentes éramos Minerva, María Teresa y yo”.

En su relato dice que en la cárcel había “un tenebroso cuarto en el que el mueble principal lo constituía una silla eléctrica y los accesorios eran una picana eléctrica, un garrote, unos cuchillos para sacar uñas y un látigo de alambres”. Al ella llegar, “Cándido Faustino Pérez anotó sus generales de ley, y Tunty Sánchez le dio de inmediato un “jalón” de cabello, amenazándola con que todos los militares la iban a violar si no hablaba”. Posteriormente, “el coronel Candito Torres, que creó fama de cruel torturador, le pidió que se quitara la ropa y al negarse procedió a desgarrarla”. A raíz de esa situación, sus compañeros del Movimiento 14 de Junio bajaron la cabeza por respeto para no ver el drama que acontecía.

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Cuenta, además, que sus verdugos “le pedían que hablara, que dijera los nombres de otros conjurados y dónde escondían las bombas que tenían contra el régimen”. No obstante, a pesar de las presiones y el terror ejercido, “ella no se doblegó, no habló ni delató a nadie, para fastidio de los militares, entre los que se encontraban Johnny Abbes, Luis José León Estévez, César Villeta, Clodoveo Ortiz, entre otros”.

Ciertamente, las hermanas Mirabal transitaron por la misma situación y espacio que Sina Cabral, quien con orgullo y satisfacción nos dice que “una lágrima no salió de mis ojos. Los vi con el desprecio que se merecían, y mis compañeros que desde el corral de golpes estaban en la escena, se sintieron más fuertes y capaces de soportar el martirio, incluyendo al que me delató, porque la resistencia humana tiene un límite y a él lo habían golpeado severamente”.

Sobre Minerva, Sina resalta su valor al afirmar que como mujer “era muy digna y que no se iba a rebajar a pedirle favores a Ramfis. Primero se muere. Ella era muy firme y sabía lo que estaba haciendo. Ella fue la que le puso el nombre al Movimiento 14 de Junio”. Esa misma mirada, pero desde la acera contraria, la tuvo el jefe del Servicio de Inteligencia Militar en la Fortaleza San Luis, de Santiago, Víctor Alicinio Peña Rivera, quien en sus declaraciones destacó su coraje al señalar que “estaba tomando café en mi oficina cuando entró Minerva Mirabal. Era una mujer alta, espigada, con pelo negro y corto. Era joven y hermosísima. Su figura atrayente entró erguida, desafiante y en su expresión podía leerse el disgusto y el coraje. Su actitud superaba en mucho a la mayoría de los hombres arrestados que yo había visto desfilar por allí. Unos entraban con la cabeza baja, como arrepentidos; otros implorantes y plañideros, preocupados o abatidos”. Con relación a María Teresa, su compañera Dulce Tejada recordó con tristeza cómo en La 40 “le jalaban la trenza con frecuencia, y que ella, con la misma expresión de una muchachita a la que estaban molestando les decía: Ay, déjenme tranquila”.

Estas cuatro heroínas, junto con Asela Morel, Miriam Morales y Fe Ortega, fueron poco después transferidas a la cárcel de La Victoria, siendo liberadas bajo palabra el 7 de febrero de 1960. Sin embargo, las investigaciones continuaron y el expediente carcelario se reabrió el 18 de marzo de ese año, por lo que volvieron nuevamente a La Victoria, arrestadas por conspirar contra la seguridad del Estado. Fueron condenadas a 5 años de prisión por el Tribunal de la Primera Conscripción de Santo Domingo, aunque la sentencia fue apelada y reducida finalmente a 3 años de los que solo cumplieron tres meses.

De esta etapa crítica, se tiene la visión que ofreció Leandro Guzmán en su libro De espigas y fuegos, quien subrayó que “los testimonios recogidos coinciden en afirmar que mientras estuvo en La Victoria, Minerva era una de las presidiarias más solidarias y optimistas de los que se encontraban allí. Se preocupaba por llevar aliento, alegría y vitalidad a quienes se encontraban desanimados y tristes. Solía saludar cada nuevo día cantando himnos y canciones, y sus piezas preferidas eran Las Mañanitas y el Himno Nacional dominicano. Vale decir que no se amilanaba ante el peso de las difíciles condiciones materiales que le afectaban”.

En el libro del fotógrafo Milvio Pérez titulado “1J4: Del sacrificio (1959) a la inmolación (1963)”, se recoge una foto histórica de cuando Minerva Mirabal estuvo presa en La Victoria, en cuya celda escribió en la pared con un gancho de la cabeza: “aquí estuvieron cinco mujeres que son el símbolo de una generación que está dispuesta a labrarse su propio destino”, en referencia a Tomasina Cabral, Dulce Tejada, Fe Ortega, María Teresa y la propia Minerva. El 9 de agosto de 1960, esas cinco mujeres fueron liberadas bajo palabra condicional, coincidiendo con una visita de la Subcomisión de Sanciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se encontraba en el país. Tras su liberación, Sina Cabral se asiló en la embajada argentina, al igual que hicieron otros compañeros catorcistas, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie.

Dr. Amaurys Pérez
Sociólogo e historiador
UASD/PUCMM

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