Según el Greater Good Science Center, un centro de investigación de la Universidad de California, Berkeley, especializado en estudiar las emociones y cualidades humanas que promueven el bienestar, la gratitud «es una disposición o hábito de ver y agradecer las cosas buenas en nuestras vidas». Va más allá de una simple respuesta emocional; se trata de una práctica constante que puede fortalecer nuestras relaciones y mejorar nuestra salud mental y emocional.
Me motivé a escribir sobre este tema debido a los debates que genera la celebración del Día de Acción de Gracias fuera de los Estados Unidos, asumiendo que no es parte de nuestras tradiciones. Sin embargo, me pregunto: Si hemos adoptado tantas acciones, movimientos y códigos ajenos, ¿por qué no tomar esta práctica positiva para nosotros? No lo veo solo como un día festivo, sino como una acción diaria, una forma de vida que, al incorporar la gratitud, nos beneficia tanto a nosotros como a quienes nos rodean.
No intento promover un exceso de positivismo. Considero que las experiencias difíciles y dolorosas también nos regalan lecciones valiosas, nos ayudan a desarrollar la resiliencia y nos invitan a redirigir nuestras vidas hacia lo que realmente importa. Estos momentos, aunque retadores, nos permiten abrazar la paz interior y la motivación para empezar de nuevo con una perspectiva más sabia y fuerte.
Fabiana Raso, especialista en bioneuroemoción, descodificación biológica e hipnosis, recomienda practicar el agradecimiento diariamente. Tomarse unos minutos cada día para reflexionar sobre las cosas por las que estamos agradecidos, aunque parezcan pequeñas, puede tener un gran impacto. También sugiere centrarnos en pensamientos positivos, especialmente cuando enfrentamos dificultades. Esto no implica ignorar lo negativo, sino ampliar nuestra perspectiva para ver los desafíos como oportunidades para crecer y aprender.
Es fundamental reconocer el impacto positivo de las personas a nuestro alrededor. A menudo, por la velocidad de la vida, pasamos por alto el esfuerzo y las acciones de quienes nos apoyan. La gratitud también nos ayuda a estar más conscientes del presente, algo esencial en un mundo tan acelerado. Raso destaca que la gratitud se nutre de la conciencia plena, del mindfulness, y no de enfocarnos en lo que nos falta o en lo que no hemos logrado.
Finalmente, la gratitud es como un músculo que se fortalece con la práctica constante. Cuanto más la ejercemos, más natural se vuelve sentirnos agradecidos, incluso en situaciones que inicialmente parecen desafiantes.