#SinFiltros: El arte de seguir tu propia brújula

#SinFiltros: El arte de seguir tu propia brújula

Dayanara Reyes Pujols

Emprender es una palabra que despierta emociones diversas. Para algunos, es sinónimo de libertad y creatividad; para otros, un desafío lleno de incertidumbre. Para quienes llevamos dentro esa chispa emprendedora, convertir nuestras ideas y pasiones en un proyecto real es un llamado imposible de ignorar.

A lo largo de mi vida, he sentido ese impulso de transformar mis pensamientos, habilidades y necesidades en algo más grande. Las ganas de construir algo propio siempre han estado ahí, aunque las circunstancias no siempre han sido favorables.

He recibido miradas que insinúan que estar en una organización no es para mí. Algunos superiores y compañeros de trabajo me han dicho sin tapujos: “Tú estás diseñada para emprender, más que para estar en una estructura corporativa”. Si bien estas palabras pueden sonar alentadoras, también me han hecho reflexionar sobre las barreras que enfrentamos los que estamos destinados a crear nuestro propio camino.

Las trampas de la estructura corporativa

Trabajar dentro de una organización puede ser reconfortante para algunos; sin embargo, para quienes tenemos esa inquietud de innovar, de romper moldes, a menudo puede sentirse como una camisa de fuerza. Las empresas, por naturaleza, buscan estabilidad y predictibilidad, cualidades que no siempre encajan con la mentalidad de alguien que quiere explorar lo desconocido.

Más de una vez, me han ofrecido propuestas que, sinceramente, no estaban a la altura de lo que sé que puedo lograr. Y no me malinterpreten, no es arrogancia, es simplemente reconocer que, para algunos de nosotros, el crecimiento y la satisfacción profesional van más allá de lo que un contrato tradicional puede ofrecer.

El desafío de emprender sin filtros

Emprender no es un camino fácil. Es largo, a veces solitario y lleno de obstáculos. Como bien lo expresó la actriz Evelyna Rodríguez en su obra ¨Me embaracé a los 40¨, muchas veces el entorno familiar, social e incluso institucional no facilita el trayecto. Vivimos en una sociedad que promueve la estabilidad, la seguridad de un trabajo fijo, mientras que el emprendimiento se percibe como un riesgo. Y lo es. Lo percibo más bien como una oportunidad única para transformar ideas en realidad, para crear algo que beneficie a quien lo inicia y de igual manera a otros.

A lo largo de mi travesía, he aprendido que uno de los mayores retos es encontrar el balance entre seguir adelante con mi visión y enfrentar las críticas y obstáculos que surgen en el camino. Agradezco profundamente a las personas que, en silencio o con palabras sabias, me han apoyado, aunque también reconozco que a veces las barreras provienen de quienes menos lo esperas.

Hay momentos en los que quisiera mencionar a esas personas que han sido clave en mi camino. El respeto y la discreción me llevan a mantener ciertos filtros. Contrario a lo que representa esta columna, a veces es necesario callar. Esto no significa que su apoyo no haya sido invaluable.

La soledad del emprendedor

Muchos no hablan de la soledad que conlleva emprender. Es un camino que se recorre con más incertidumbres que certezas. Las noches son largas, las decisiones muchas veces se toman en solitario, y no siempre se cuenta con una red de apoyo que entienda lo que realmente implica este viaje.

En sociedades donde el emprendimiento aún no está del todo afianzado, es común sentir que nadas contracorriente. Es precisamente esa corriente la que nos empuja a demostrar de qué estamos hechos. Ser emprendedor requiere determinación y paciencia. No todo sucede de la noche a la mañana, y eso es algo que debemos aceptar desde el principio.

No obstante, las recompensas, aunque no siempre tangibles de inmediato, son inmensas. Ver cómo una idea, que comenzó como un simple pensamiento, se convierte en una realidad que impacta a otros es, sin duda, uno de los mayores logros que un emprendedor puede experimentar. También hay que estar preparado para los fracasos, porque forman parte del proceso. Y lo más importante es aprender de ellos, adaptarse y seguir adelante.

Emprender es más que una elección, es un estilo de vida

Para quienes llevamos la pasión por emprender en la sangre, no hay otro camino. No es una elección, es casi una necesidad. Sí, es un camino lleno de desafíos, de noches sin dormir, de riesgos financieros y emocionales. De la misma manera, un camino lleno de satisfacción personal, de crecimiento, de aprendizaje constante.

Y aunque las palabras de los demás puedan intentar desviarnos de nuestra ruta, sabemos que, al final, seguir nuestra propia brújula es lo que nos lleva a la verdadera realización. No todos entenderán lo que significa emprender, quienes lo hacemos sabemos que el verdadero fracaso no es caer; más bien, no haber tenido el valor de intentarlo.

En un mundo que a menudo favorece la estabilidad, el emprendimiento sigue siendo una apuesta por el cambio, por la innovación y por la creación de algo que deje huella. Y si bien a veces el camino es solitario, nunca estaré dispuesta a cambiarlo por la seguridad que ofrece una oficina.

Al final del día, para los emprendedores, el riesgo más grande no es lanzarse, sino quedarse quieto. Y aunque la sociedad, las empresas e incluso los seres queridos puedan no entender del todo esa necesidad de ir más allá, los emprendedores sabemos que no se trata de simplemente ganarse la vida, sino de darle un propósito.

En esta columna, #SinFiltro, sigo apostando por emprender sin mirar atrás, con todas sus luces y sombras. Porque, al final, crear tu propio camino es la única forma de realmente dejar huella.

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