Asociamos la impunidad a la corrupción porque la experiencia nos ha enseñado que, hasta ahora, son compañeras inseparables, como hermanas siamesas, pero la falta de consecuencias es igualmente perniciosa y contraproducente con cualquier delito, aun aquellos que son considerados menores.
Y ese principio general aplica prácticamente para todo, incluido el ámbito familiar y la forma en que educamos a nuestros hijos, a los que un severo llamado de atención o un castigo oportuno pueden evitar que en un futuro se descarríen por no saber discernir entre lo que está bien y lo que está mal hecho, valores que es nuestra responsabilidad inculcarles, aunque tengamos que auxiliarnos de la disciplina y la firmeza.
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Que un joven de nuestros barrios a sus 18 años ya exhiba en su prontuario 17 querellas por robar celulares es un buen ejemplo de esa falta de consecuencias. Pero también lo es que un oficial retirado de uno de nuestros cuerpos armados mate a balazos a un joven luego de una discusión pendeja en un puesto callejero de comida rápida, pues ese oficial es el mismo que en el año de 1992 fue vinculado a la muerte de un cabo policial con el que discutió mientras compartían tragos en un colmadón.
No obstante ese hecho tan grave, fue reenganchado meses después, lo que le permitió continuar su carrera militar, que muchos no dudarían en calificar de exitosa.
Sé que hablar aquí de lo que pudo haber sido y no fue no le devolverá la vida al joven animador al que el Vicealmirante retirado Félix Alburquerque Comprés persiguió, asesinó y remató, como muestra el video que circula en las redes sociales.
Pero pienso que si bien es jurídicamente cierto que no podemos sentarlos en el banquillo ni acusarlos de nada, mucho menos después de haber pasado tanto tiempo, sus padrinos y protectores son moralmente responsables de esa muerte, aunque debo decir que no espero que muestren arrepentimiento ni les remuerda la conciencia.