Sorpresa y asombro

Sorpresa y asombro

Carmen Imbert Brugal

“LA Semanal” tiene su encanto, expone la falibilidad presidencial. Atenúa la divinidad y ratifica que el presidente no es Dios-como él ha dicho- aunque se le parece. Desde aquella presentación, con la espectacularidad habitual, hasta hoy, su cometido se cumple. Inolvidable la actuación del vocero de la presidencia, manzana en mano, para recordar la fatal mordida que cuenta el Génesis.

El objetivo de esos encuentros con el presidente candidato, informó el director de Estrategia y Comunicación Gubernamental, es “recuperar el paraíso perdido de la comunicación.” Citó la exhortación del ex presidente de Uruguay, Pepe Mujica, a “poner la oreja” a las demandas del pueblo. También habló de la posibilidad de “preguntas incómodas”, hasta ahora escasas. Y es que la figura presidencial encanta, es costumbre inmutable entre nosotros, hábito malsano que afecta la institucionalidad. El cara a cara con el representante del poder ejecutivo abruma, el servilismo se impone y cuando el mesianismo acecha, hay menos espacio para la disidencia. “LA Semanal” ha funcionado con agenda y espontaneidad de libreto, gracias a participantes que aplauden, sonríen y hacen los guiños lamentables de complacencia que impiden el propósito de “la oreja”.

Solo algunos episodios han desafiado la compostura del anfitrión, pero todo luce controlado. El lunes pasado su sorpresa provocó asombro. El jefe de estado y de gobierno que, dicen sus acólitos, está al tanto de todo lo que ocurre en el territorio y tiene contacto directo con sus funcionarios, desconoce el estado dramático y peligroso del Sistema Penitenciario. Ningún allegado le comentó el contenido del “Informe de las condiciones de detención y de prisión” realizado por la Oficina Nacional de Defensa Publica, publicado en abril. Prostitución, tortura, enfermedades, están presentes en las barracas que amontonan presos. Además del desastre humanitario, el “asesor en políticas de seguridad ciudadana y sistema penitenciario”, reveló al país, pero no a él, que el encargado de seguridad de La Penitenciaria de La Victoria consigue 7 millones de pesos cada semana, como pago por el chantaje, complicidad e impunidad. Tampoco tenía noticias de las estafas, extorsión, secuestros, suplantación de identidad, asesinatos, que se planifican desde las cárceles. Cuando la periodista Fabiola Núñez le preguntó su parecer sobre la llamada hecha por el asesino de Orlando Jorge Mera, recluido en la Cárcel Najayo, a un prestigioso programa radial, el mandatario expresó: “nos sorprendió”.

Calificó la situación como inaceptable y en su celo extremo para salvaguardar la independencia de su Ministerio Público, erró y dijo que había ordenado al ministro de Interior, investigar. El caso compete a la Dirección de Servicios Penitenciarios y Correccionales, dependencia de la Procuraduría General de la República. El hecho está previsto en el artículo 102 de la ley 113-21 que regula el Sistema Penitenciario y Correccional, promulgada por la vicepresidente de la República.

Es “falta muy grave” el uso, en los centros de corrección y reinserción social, de teléfonos celulares o cualquier dispositivo de comunicación con el exterior. El presidente ya se enteró del desastroso sistema penitenciario y de la impunidad imperante en las cárceles. Quizás ahora comience su transformación.

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