Nuestra fiscalidad gravita sobre nuestra economía y democracia hasta estresarla, tanto si no se reforma como si se reformara mediante terapias de choque que pretendan encarar simultáneamente reducción de burocracia y subsidios, ampliar base del ITBIS, eliminar incentivos, disminuir déficit eléctrico revisando contratos de compra de energía vigentes e incorporar soluciones monetarias al déficit cuasi fiscal.
Los agentes económicos están expectantes, si se reformará fiscalidad o no. Y como.
La ciudadanía está cada vez más consciente y recelosa de la injusticia e impertinencia de gastar inadecuadamente, por encima de recaudaciones, demandando endeudamiento en complicidad con financistas nacionales e internacionales para cubrir déficits. E imponer tributos para pagar amortizaciones e intereses por esos endeudamientos.
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Corregir burocracia provocará reacciones, incluso dentro del propio gobierno. Dos iniciativas evidentes externadas-unificar ministerios de juventud y mujer y educación superior con el MIRED-han sido rechazadas por funcionarios.
Para todo se instituyen subsidios. Hasta para mantener beneficios a distribuidores y transportistas de combustibles, asegurándoles ganancias como porcentajes de precios subsidiados.
Ampliar base del ITBIS profundiza temores adversos y resistencias hacia la reforma cuando ésta debería concitar apoyo para reorientar economía rentista hacia aumentos productivos para satisfacer necesidades y generar empleos, mejorar distribución, disminuir informalidad y mejorar sostenibilidad y competitividad.
Disminuir déficits en sector eléctrico no solo requerirá recortar burocracia sino revisar contratos con generadores que establecen precios al margen de costos y de procesos competitivos; revisión a la que se opondrán generadores.
Cada vez son mayores las voces postulando que la superación del déficit cuasifiscal no sea abordado únicamente mediante soluciones fiscales sino incorporar soluciones monetarias. Como las políticas monetarias vigentes están asociadas a tasas elevadas de interés, puede generarse resistencias de parte del estamento bancario.
No reformar, o atacar simultáneamente todas estas causantes de déficits fiscales, acentuaría stress hasta exponer nuestra estabilidad económica y democracia. Y nuestra paz y orden público.
Las experiencias venezolanas de los 90s y la dominicana de los 80s están frescas.
Una reforma gradual mediante una ley marco, evitaría reacciones adversas similares.