En el país nadie pone en dudas el criterio, invariable hasta el día de mi muerte, lo que pienso política y moralmente del amo y administrador del PRD. Estoy convencido que la sociedad, con mayor energía, tiene una idea y juicio preciso del responsable de reducir a la insignificancia electoral el otrora partido del pueblo y de la libertad.
Pensar que desde instancias del gobierno pretenden tomar partido en las reyertas del grupúsculo, bajo el irresponsable alegato de incorporar sus siglas en la contienda del 2024 y/o desvencijar al tutor económico de la organización en el proceso interno de la frágil organización partidaria, de ser cierto el intento, revela la torpeza de exponentes de la jungla política en tropezar dos y tres veces con la misma piedra. El país que validó la oferta PRM en las elecciones del 2020 sabe perfectamente penalizar el afán reiterado de burlarse de los ciudadanos, por parte de la partidocracia. Y en ese sentido, vale la pena recordar que las razones de la victoria están asociadas a castigar al PLD. De ahí que igual ruta conseguirán los aspirantes a burlar los parámetros elementales de decencia requeridos por franjas ciudadanas que, no comprarán las mismas prácticas, con rostros nuevos.
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Vale la pena advertirlo: asociarse e incorporar con métodos pecuniarios a gente que perdió el horizonte y está totalmente desacreditada, tendrá consecuencias. No es un secreto, existen exponentes del derrumbe del ejercicio partidario que decidieron rentabilizar lo poco que representan, y ahora, sin ningún tipo de perspectiva y respetabilidad, se mueven orientados por el presupuesto nacional. Un partido que capitalizó con bastante inteligencia la diferenciación del resto no puede vincularse con lo que decía combatir. Y lo peor, desconocer el nivel de indignación en sectores que apoyaron el cambio y sienten que el reloj electoral transforma las ideas y la voluntad de poner distancias del lodazal y sus exponentes, éticamente impugnados y sin ninguna credibilidad en la sociedad.
Al PLD no le salió bien su intento de intervenir la dinámica interna de organizaciones partidarias opositoras. Cuando lo hicieron terminaron prostituyendo el espíritu de la concertación porque en el fondo el único interés era asaltar cuotas del presupuesto. El eslogan del cambio no puede reducirse a una coyuntura electoral. Recibir en despachos palaciegos a tránsfugas y financiar competencias en dirigentes, a figuras de una fragilidad revelada en auditorías que retratan manejos administrativos materia del PEPCA, daña al Gobierno porque nada está oculto bajo el sol. Estructurar cambios reales requiere de ciudadanos en interés de dejar en el pasado exponentes desacreditados y reconstruir la política.