Porque un día como hoy el ideal trinitario se impuso con lealtad a la Patria para combatir al invasor del momento y todo otro signo de dominación, cada nuevo 27 de febrero es fecha para la reafirmación de compromisos con el proyecto nacional trazado en el Baluarte Del Conde; decisión para continuar hacia la plenitud de ejercicios libertarios y el usufructo de los bienes de la tierra que nos vio nacer, totalmente nuestra desde entonces bajo el signo tricolor.
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En dirección a redimir a los herederos del triunfo febrerista de las insuficiencias del desarrollo, las deficiencias de la educación, las presiones estructurales contra la generalización del progreso que lleva a numerosos dominicanos a la sed de emigrar. Y a esa otra sed: la de justicia que acaba de llevar al episcopado católico a abogar por el fortalecimiento del sistema judicial, situado ahora en un proceso renovador de expectativas favorables contra la impunidad. No descansar hasta su máximo esplendor.
Honrar a los forjadores de una República Dominicana que después de 1844 ha podido restituir los valores independentistas y de derechos con nuevos sacrificios, obliga a generaciones subsiguientes a desvelos permanentes. A librar el camino de las conquistas esenciales de abiertos o velados escollos y desviaciones de origen local o foráneo en un contexto que obliga a la unidad nacional. Jamás perder la confianza de que la patria permanecerá gracias al concurso de sus mejores hijos.