La publicación en los periódicos de la matriz que contiene las 58 peticiones que han hecho los partidos políticos y las respuestas que han recibido de la Junta Central Electoral en cada uno de los casos planteados entre los meses de marzo, abril y mayo del 2024, constituye un oportuno “tapaboca” que debería obligar a sus líderes y dirigentes a bajar el tono de sus reclamos y repensar mejor las intenciones que podrían estar enmascarando.

Como si todo eso fuera poco, que realmente no lo es sino todo lo contrario, ayer el presidente de la JCE Román Jáquez Liranzo anunció, durante su participación en el Almuerzo Semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio, que de los 1,510 presidentes y secretarios de Colegios Electorales que la Alianza Rescate-RD había solicitado sustituir, las Juntas Electorales decidieron separar de sus funciones a 640 presidentes de juntas electorales y a 579 secretarios.

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El presidente de la JCE explicó que la decisión fue tomada por las Juntas Electorales de los 158 municipios luego de analizar la petición formulada por los partidos de oposición, pero aclaró que esta tiene un impacto muy bajo con relación a la cantidad de personas que laborará en el proceso del próximo domingo. Puesta en evidencia la receptividad conque el órgano electoral ha manejado las peticiones de los partidos de oposición, que ayer dijeron estar inconformes con los cambios realizados, que consideran insuficientes y tardíos, cabría esperar, como señalé más arriba, que sus líderes bajen la guardia y no sigan apretando la tuerca.

Lamentablemente no hay garantías de que eso no sucederá, pues el problema no está en la JCE, en lo que hizo o dejó de hacer para complacerlos, sino en el hecho, que no acaban de asimilar, de que se saben derrotados y lo único que se les ocurre para evitarlo, sea por falta de imaginación o para honrar una “tradición” que vemos repetirse cada cuatro años, es tratar de descalificar al árbitro que decidirá quién es el ganador de las elecciones. ¿Hasta cuándo?