“Tatuadores, tatuados” en el Museo Quai de Branly de París

“Tatuadores, tatuados” en el Museo Quai de Branly de París

Día Internacional del Tatuaje (Fuente externa)

La exposición analiza desde el siglo XX momento en que se hace el tatuaje mensajero y señalador de un grupo, los orígenes del tatuaje y presenta el renacimiento de este fenómeno ahora permanente y globalizado. En las sociedades llamadas “primitivas”, provenientes de los mundos orientales, africanos y oceánicos, el tatuaje posee una función social, religiosa y mística y acompaña al sujeto en sus ritos de paso integrándolo en la comunidad. Por el contrario, en Occidente, se recuerda que fue señal de infamia, de criminalidad, de atracción, de circo del crimen (con el fenómeno de los “side-shows”, espectáculos secundarios) y, posteriormente, señal de identidad de las tribus urbanas.

Alrededor de los circos que exhibían cuerpos tatuados desde el siglo XIX y por grupos étnicos para quienes el tatuaje es una marca de pertenencia social e identitaria. El Museo Quai de Branly (Musée Quai Branly), conocido como el Museo de las Artes Primeras de París, desde su concepción ha querido integrar plenamente la investigación y la enseñanza superior a la vida de la institución, bajo un esquema de política innovadora tanto por su ambición científica como por las modalidades de organización de la investigación. En el presente, y hasta el 18 de octubre del presente año, exhibe la exposición “Tatoueurs Tatoués”, (Tatuadores Tatuados) que pone en evidencia la omnipresencia de la diversidad de las prácticas del tatuaje en el mundo, evocando las raíces del tatuaje en tres sociedades: Japón, América del Norte y Europa.

Se puede observar en esta histórica muestra que en la mirada de New York, en el año 1881, el señor Samuel O´Reilly abre la primera boutique de tatuaje y desarrolla la máquina de tatuar eléctrica.

En Europa, se conoce que los romanos utilizaban esta expresión prohibida por el cristianismo en el siglo XVIII y reencontrada en el siglo XIX hasta el presente.

Cabe destacar que existe, ante todo, el tatuaje tradicional que apasiona mucho a los etnólogos y antropólogos. Investigan el tatuaje etnográfico tribal de las ceremonias en países y ciudades como Nueva Zelanda, Samoa, Polinesia, Islas Turcas, Tahití y Hawaii, así como Borneo, Indonesia, Filipinas y Tailandia.

Se produce una revolución en el medio de los “tatuados” contemporáneos, tiene mucho auge esta ancestralidad latente en pleno siglo XX, expuesto a los ojos externos del grupo étnico, conociendo cambios y evoluciones vistas por los jefes espirituales de grupos y étnicas como profanaciones y blasfemias al valor étnico de este arte ancestral.

La exposición del Quai de Branly pone en evidencia este desliz y transformación debido al turismo y a la injerencia colonial, pero existen nuevos territorios en el mundo que marcan el dinamismo del tatuaje, y nuevas escuelas que no cesan en continuar. En China se entrelazan las imágenes contemporáneas y actuales, sobre todo en ciudades obsesionadas por la posmodernidad, como Shanghai, donde se multiplican las boutiques “tatooes” al mismo ritmo que los restaurantes internacionales.

La exposición muestra que existe un tatuaje chino que mezcla la visión contemporánea con la tradicional, ya que muchos son auténticos artistas que mezclan la imagen de Buda con el rostro de John Lennon o Mick Jagger.

Otro aspecto muy interesante de la exposición es la expresión latino-americana del tatuaje, sobre todo, en su expresión chicana, que se inspira de los baluartes de la mejicanidad y del muralismo, con perspectivas de “pop art”, invitando a Diego Rivera a fusionarse con Frida Kahlo en una imagen en la que Diego lleva las trenzas de Frida y ella, la chaqueta de Diego.

Más allá de los códigos ancestrales y étnicos, así como de los señalamientos socio-culturales como el marino tatuado en sus brazos para llevar en alta mar la memoria de sus amores, o el legionario que marca en su piel el nombre de su mujer.

Definitivamente, la exposición evidencia el valor artístico y cultural del tatuaje, en la que intervienen en el trazo (dibujo), forma, color, concepto y discurso. El ejemplo de expresión contemporánea la encontramos en el taiwanés Hsu Gaobin, maestro reconocido de una sociedad que reconoce el tatuaje como parte de las llamadas artes emergentes del siglo XXI. El mismo artista expresa: “Concibo mis tatuajes como una nueva forma de expresión artística, y no como un medio de ganar dinero”. Sus obras son una fusión “kitch” de budas, serpientes y dragones.

La fuerza de esta exhibición es considerar el tatuaje como arte y como dimensión de la multiculturalidad. Si el tatuaje se convirtió en la posmodernidad en un objeto de fascinación para varias generaciones, no es menos cierto que tiene una esencia artística y un potencial de creatividad sin límites. Se inscriben trece producciones hiperrealistas de cuerpos humanos, de firmas artísticas de fama internacional, destacándose la del francés Tin-Tin, el japonés Horiyoshi III y el suizo Filip Leu. También, están presentes el británico Xed LeHead, el estadounidense Jack Rudy y el polinesio Chimé. La presencia de estos artistas demuestra que más allá del tatuaje popular del siglo XIX, que buscaba manifestar sus sentimientos, el arte del tatuaje de hoy tiene voluntad artística y creativa que podemos observar en firmas y tendencias.

Es importante destacar que esta exhibición se visualiza a través de 19 kakemonos (rollos de papel) que exponen las imágenes, permitiendo llevar una mirada artística sobre esta expresión, más allá del referente histórico de esta práctica ancestral que demuestra que todos los pueblos y civilizaciones están marcados por el tatuaje, desde hace más de 5,000 años. El tatuaje hoy es una de las artes singulares de nuestra sociedad, este arte que se mantuvo clandestino hasta que los medios de comunicación lo sobreexpusieron. Hoy en día, la publicidad o la moda se apoderan de sus códigos. Este enfoque geográfico y antinómico tiende hoy a desaparecer: en las sociedades tradicionales, el tatuaje ritual pierde su exclusividad ritual; en las sociedades urbanas y en el estilo de vida «occidentalizado», su carácter marginal desaparece para convertirse en un adorno corporal comúnmente compartido. En el presente, el tatuaje con un estatus de rito ancestral, pero convertido en un acto estilístico, casi banal, adoptado por artistas, actores, poetas, escritores, nos lleva a indagar sobre su historia, analizar su popularidad, ya que de acuerdo a las estadísticas, un 10% de ciudadanos de países civilizados han adoptado este rito como una moda. A través de una colección de trescientas obras históricas y contemporáneas, acompañada de numerosos prototipos de tatuajes especialmente creados para la ocasión, la exposición rinde homenaje a todas las personas sin las que este arte seguiría siendo un acto marginal y denigrado. Se trata pues de una retrospectiva muy completa, sin duda la más importante del género dedicada al tatuaje en Francia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas