¿Cómo nace la obra?
En un acontecimiento trágico, el ataque terrorista ocurrido en el bar Pulse de Orlando, Estados Unidos, en junio de 2016, inspira al autor
La escenografía realista del siempre eficiente Fidel López recrea el salón del hogar de Amelia, una exigente y solitaria profesora de canto; cada elemento escenográfico es un referente, destaca el piano colocado en un lado de la escena, en el que Amelia se refugia tocando algunas melodías, pero la llegada de un joven la saca de su abstracción.
Ramón acude a la profesora con el propósito de mejorar su técnica vocal y participar en un memorial dedicado a su madre. La profesora luego de una primera prueba lo rechaza, pero es tanta la insistencia del joven, que finalmente acepta, la clase solo será el pretexto, inicia un drama conmovedor.
El pasado va fluyendo como un torrente continuo y poco a poco, se irán descubriendo el uno y el otro. El atentado terrorista en aquel Bar gay ha marcado sus vidas, el memorial no es dedicado a la madre, es al amante, que no es otro que el hijo de Amelia; ambos reflexionan, la actitud de intolerancia, la homofobia es como una espada que lacera su alma de madre, la pérdida de su hijo en aquel atentado terrorista es una herida abierta que deberá cerrar y lucha contra la adversidad de su vida.
No hay elección, están unidos por el dolor, por el amor, por el recuerdo que deberán compartir, la tolerancia es ley de vida, lo que nos humaniza. La canción “La Golondrina” es una metáfora, un camino que deberán transitar.
La dramaturgia de Clúa es brillante, artista de su tiempo aborda temas puntuales, universales, la sexualidad, la intolerancia y el amor, Clúa es sorpresivamente coherente en sus contrastes -y no es una paradoja- en el que no falta esa pincelada de humor.
El personaje de Ramón tiene un intérprete que nos ha sorprendido, Josué Guerrero en su mejor trabajo actoral, logra en un ir y venir “in crescendo” matices que impactan por su expresividad.
Xiomara Rodríguez como Amelia asume su papel con verdadera pasión, su actuación es dinámica, va transformándose, pasando de la ira a una fragilidad ante lo inevitable, en los que se decanta su versatilidad.
Hay un momento supremo en que Amelia y Ramón aparentemente dialogan, pero es más bien un monólogo compartido, intenso, en el que Amelia descarga todo su dolor, Xiomara Rodríguez consigue emocionarnos, mientras Ramón, ensimismado, en silencio, con una gestualidad y mímica elocuente, logra precisar esos vacíos existenciales mientras las lágrimas asoman a sus ojos, contagiándonos a la vez; Josué Guerrero alcanza un instante supremo, una actuación memorable.
Las luces diseñadas por Bienvenido Miranda es otro elemento a destacar, al recrear el ambiente melancólico del hogar .