Técnicas para ahogarse en silencio y emerger convertido en fantasma hipóxico

Técnicas para ahogarse en silencio y emerger convertido en fantasma hipóxico

Lisa See, la misma escritora que me cautivara hace unos años con “El abanico de seda”, me la encuentro esta vez en “La isla de las mujeres del mar”, una novela en la que me he sumergido con deleite, haciendo tan solo las paradas de descompresión obligatorias para no caer en el cuadro agudo del síndrome aquel.
Inspirada en la historia de las haenyeo, mujeres buceadoras de la isla surcoreana de Jeju, cuya forma de vida ha sido reconocida por la Unesco como Patrimonio de la humanidad, el síndrome de descompresión, también conocido en medicina como embolia gaseosa, reaparece en esta novela con un particular protagonismo, sobreviviendo a las más de cuatrocientas páginas de inmersiones en las que bucean sus personajes.

Los fantasmas hipóxicos navegan lejos de las aguas caribeñas. Las técnicas de pesca artesanal se heredan a través de las corrientes marítimas por los siglos de los siglos. Los pescadores de nuestras provincias costeras no son los protagonistas esta vez. Otros personajes, otras locaciones, para un mismo infortunio.

El sumbisori del mar

Para sumergirnos en La isla de las mujeres del mar, Lisa See ha usado, en la medida de lo posible, léxico del dialecto de Jeju, evidenciando una intensa y aguda investigación documental y de campo para escribir su novela.

Fuera del marco literario, es posible documentarse en el sitio web de la Unesco sobre la cultura de las haenyeo, “comunidad de buceadoras que se gana el sustento sumergiéndose en el océano hasta alcanzar diez metros de profundidad, sin máscaras de oxígeno, con el objeto de pescar mariscos como abulones o erizos de mar”.

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La página de la Unesco las describe en términos similares a los que las perfila See en su novela: “algunas de estas mujeres son octogenarias. Excelentes conocedoras del mar y la vida marina pescan unos tres meses al año durante siete horas diarias, conteniendo su respiración durante un minuto cada vez que se sumergen, emitiendo un sonido único cuando salen a la superficie del agua”. En la novela de See, sus personajes llaman “sumbisori” a este sonido que refiere la Unesco.

Las prácticas y conocimientos sobre esta pesca submarina tradicional se transmiten por intermedio de las familias, la escuela, las cooperativas pesqueras locales con derechos de pesca, las asociaciones y escuela de formación de las buceadoras y el Museo de las Haenyeo, indica el portal de la Unesco. En su novela, See hace una referencia del museo de la haenyeo con precisión.

La práctica cultural de las haenyeo ha sido declarada por el gobierno provincial como uno de los símbolos de la idiosincrasia y el espíritu de la población de la isla de Jeju, destacando su contribución a mejorar la condición de la mujer en la comunidad, la participación de las comunidades en la gestión de las actividades pesqueras y la conservación del medio ambiente, “gracias a sus métodos ecológicos”.

Tanto en la descripción que hace el portal de la Unesco, como en la novela de See, se destacan las tres categorías de haenyeo, en función de su grado de experiencia: las hagun, las junggun y las sanggun, estas últimas las más experimentadas y las que aconsejan a las demás.

“Antes de zambullirse, las buceadoras dirigen una plegaria a Jamsugut, la diosa del mar, impetrando de ella un buceo sin riesgos y una pesca abundante”, subraya sobre la cultura de las haenyeo el portal de la Unesco. La novelista también hace alusión a esta plegaria con descomunal fuerza narrativa.

El mar me llama

A través de sus personajes, See va delineando a la perfección las características del síndrome o enfermedad de la descompresión, las mismas que vemos en pescadores artesanales en aguas dominicanas.

“Nadie tenía tanta experiencia como ella, ni conocía tan bien las mareas, las corrientes y los oleajes, ni sabía tanto de escondrijos de pulpos, ni dominaba tanto las técnicas para contener la respiración (…) Tras décadas soportando la presión del agua, Young-sook tiene dolor crónico y un zumbido constante en los oídos. Sufre dolores de cabeza, vértigo, mareos y náuseas, como si viviese en una barca que no para de mecerse”.

Las haenyeo llaman “síncope de las aguas superficiales” a la hiperventilación antes de la inmersión. “He visto morir a varias mujeres por eso. Respiran hondo muchas veces seguidas para expandir la capacidad pulmonar, pero esa hiperventilación rompe el equilibrio entre el oxígeno y el dióxido de carbono de la sangre y puede causar hipoxia cerebral”, narra See.

“Bucear a grandes profundidades puede provocar disfunción física generalizada, pero también sensación de euforia: pérdida de sentido común agravada por un fallo de memoria producto de la emoción”, una descripción realista de la descompresión que la novelista lleva a las páginas de su libro.