No es la primera vez que menciono la expresión presentismo. El conocido escritor y amigo Leonte Brea, hace ya 27 años escribió magistralmente y con profundidad sobre dicho tema, con una visión aplicable básicamente a la materia política. Tampoco me refiero a lo que algunos podrían entender como contraposición al ausentismo, sobre todo después de la pandemia que obligó a millones de personas a ausentarse de los lugares, tanto centros de trabajo como de estudios. He tratado de hacerlo de forma simple.
Más que otra cosa enfoco el presentismo como una especie de consejo o advertencia a quienes de alguna manera participan en la administración pública. Por la concepción que tienen algunos de que, ni el pasado ni el futuro tienen importancia. Que lo que debe prevalecer es el hoy. El ahora. Ignorando lo que puede suceder mañana. Y eso está de alguna manera ligado a ciertos y determinados comportamientos comprometedores.
Porque aunque algunas formas de pensamiento sugieren que ni el pasado ni el futuro deben ser tomados en cuenta en sus actuaciones o forma de vivir o ver las cosas, ignorarlos es un error; sobre todo, reitero, para quienes asumen cargos públicos, pensar que el futuro no existe. Y mucho menos que ese futuro será igual al hoy, al presente.
Ver o pensar de esa forma conduce, si se quiere, hasta la obnubilación. Y la obnubilación no es sino un bloqueo mental que hace perder a muchos en el tiempo y el espacio. Lo que comúnmente puede conducirlos a perder la visión de la realidad presente e ignorar o minimizar un futuro que, aunque no lo domine ni lo determine, de seguro que será diferente o podrá cambiar drásticamente.
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Pensar que mañana todo será igual, o que quienes así piensen conservarán las posiciones que ocupan hoy, es un tremendo error. Esa equivocada percepción, provocadora de pérdida de objetividad, se puede convertir, como ha ocurrido en muchos casos, en provocadora de graves problemas. En fracasos personales e institucionales.
Creer que las cosas que se les facilitan a muchas personas cuando ocupan alguna posición gubernamental e incluso privada serán permanentes, y que nunca dejarán los cargos, es otro tremendo error. Entender que las loas que se les dicen y las pleitesías que se les rinden en función del cargo que ostentan en diferentes áreas serán eternas, es una ilusión equivocada.
Por eso siempre es aconsejable, sobre todo para los más jóvenes, aunque valido para todas las edades, no confundir jamás las aureolas que ofrecen los cargos con las supuestas dotes personales que tienden a señalar los que buscan aprovecharse de las debilidades humanas.
Jamás confundir el presentismo, o momento de particularidades especiales por el usufructo de una posición momentánea o pasajera, con la eternidad. Porque podrían llegar momentos difíciles. Aquellos que define el libro sagrado como de rechinar de dientes.
Por eso, más que presentismo, deben tener en cuenta el realismo. Tomar conciencia de que el futuro existirá, temprano o tardío. Estar conscientes de que muchas invitaciones, visitas o regalos, desaparecerán. Lo aconsejable es vivir el presente de manera tal, que en el mañana, que podría ser pronto, no se produzcan frustraciones ni desengaños.