Una tertulia con René del Risco y Bermúdez (1937-1972), es mucho que decir. Y mucho pensar… y dijimos mucho porque tuvimos el honor de compartir con su hija Minerva. Espléndida pantalla de sonrisa e inteligencia, pantalla de vida, de nostalgia, de humor, y de glamour. Una mujer que embellece y viste el nombre con su emoción aguantada y discreta, sus lágrimas retenidas con jardines de jazmín en la sonrisa. Ella, la hija, ella hidalga de nombre y apellido Minerva del Risco, nos brindó el mejor regalo de Navidad “Una tertulia con René”, como un paseo con René por la calle El Conde, un René con traje cruzado, caminar presumido y mirada de aristócrata. Las contertulias Clide, Leonora, Fabiola, Soledad, Angélica, Virginia, Ingrid, Julissa, Rosa Mariana, Cosette, Yoli, Carmen Rita, doña Margarita, en fin, todas las que pudieron haber sido como lo dijo el poeta, porque a las mujeres nos gusta la poesía de René, una poesía donde se abraza la ciudad y se siente el dolor de la guerra, el duelo de la vida y la impotencia de la esperanza. Hemos sentido tanto en sus versos como en sus cuentos un sentimiento trágico de la vida nutrido por Miguel de Unamuno, pero también, un amor inconfundible por lo poético y lo bello, como si en gran parte de sus evocaciones lo absurdo abrazara lo sublime.
Esta exquisita reunión fue una comunión inesperada, mágica, generosa y talentosa de toda una complicidad con la palabra del poeta, palabra libre, palabra suelta, ágil, sensual y eficiente.
Minerva evocó a un padre que conoció hasta sus doce años, pues la vida se lo llevó con la fuerza trágica del destino. Entonces, cómo evitar pensar en Camus, al conectar la hombría, el compromiso político, el alto sentido de lo humano, la elevación de la libertad, liberada de las ideologías. Según hablaba Minerva, me puse detrás de una cámara, en un Malecón impreciso, pero cerca del mar, ese mar que René y Albert Camus amaban. El mar, de los poemas de René donde el horizonte libera de la angustia y de la muerte. El mar, donde Camus confesó su derecho de amar sin medida,… (Le droit d ‘aimer sans mesure).
EN LA CIUDAD
Nuestra ciudad
Recibe con el día
todo el viento del mar
y lo festeja en las banderas,
en los toldos rayados…
El hombre se ajusta el sombrero
y camina mirando las ventanas.
La mujer levanta la nariz
y el viento marca sus pechos
bajo el traje.
Alguna gente entra en las caferías,
Los amantes piden sándwich y café
y encienden cigarrillos,
luego se van hacia las oficinas.
Los automóviles cruzan suavemente
con pasajeros que leen el diario
o van con cierto temor a su trabajo…
Yo voy por la ciudad recién despierta,
paso junto a las confortables
oficinas bancarias
con muebles amarillos o azules,
y escritorios amablemente dispuestos
cerca de los cristales.
Aspiro en las esquinas olor a nafta
Recién quemada aún.
Veo anuncios de otros países, a colores,
Y hermosas secretarias
con párpados hermosamente
amoratados…
Paso bajo los árboles,
entre los vendedores de revistas.
Veo los hombres
que van con bultos de cuero
hacia los ascensores.
Las altas señoras de pelo gris
y piernas verdaderamente bellas.
La niña con un lazo de mariposa.
El muchacho con zapato de tennis
y un libro bajo el brazo…
Nuestra ciudad recibe todo el viento
del mar
Yo, por mi parte,
He pensado en ti, Belicia,
con tu pelo tan suave como la piel.
Y en ti, Eurídice,
moviendo las caderas y riendo…
Y entre los dos, Amancia,
con sus ojos de miel
y tanta capacidad de amar
como los pueblos…!
Este poema pertenece al poemario El viento frío, publicación del 1967 que se convirtió en una verdadera conmoción literaria. A pesar de tejerse el mito de un libro «expresión de la frustración de la pequeña-burguesía», El viento frío se convirtió en el referente esencial de la literatura moderna dominicana. Reeditado por Ediciones Cielo Naranja.
Pues hay hombres y mujeres que nacen y viven desbordantes de amor y de ternura, pero también desbordantes de conciencia y compromiso, la noche de esta tertulia con René, la poesía se afianzó al existencialismo, como esa fuerza que Camus ofreció en “Bodas y verano”, para hacernos la ofrenda de la esencia de la vida, en la ruinas de Tipasa y en los vientos de Djemila. La obra poética y los cuentos de René del Risco están densamente empapados de los elementos existenciales. Aún rodeada de duelo y muerte, la vida se siente, la vida se oye, la vida se mira. Porque cuando el poeta nos dice…debo buscar la sonrisa de mis camaradas… suenan en nosotros la belleza musical y conceptual de estas dos palabras: sonrisa y camarada, uniéndolas al verbo debo, nos sacude la conciencia y el compromiso y ahí es donde surge el ciudadano poeta compañero y rebelde, justamente donde René nos toca en la firmeza del pensamiento solidario.
Esa fuerza existencial la mantiene en vida Minerva, ella nos habla de un padre amado y admirado, de un René juguetón, alegre, lleno de humor y ternura, no nos habla de un hombre triste y evoca sus vivencias de hija con el poeta.
Entonces recuerdo de nuevo pantallas de la Historia …Si nos atrevemos a salir, nos matarán los otros …una frase poética que pudo haber sido de Miguel Hernández, o de Vicente Aleixandre, porque se nos viene al recuerdo las imágenes de las guerras fratricidas, las imágenes de tantos civiles, de tantos ciudadanos acorralados por las bocinas de los bombardeos, imágenes que nos llevan a recordar que todavía hoy muchos ciudadanos pueden estar diciendo algo así del poeta, en Siria, en Irak, en Palestina, en Ucrania y en tantos lugares del mundo donde los conflictos civiles ganan terreno. La fuerza dramática de este verso tiene una resonancia de una actualidad que duele y alarma.
No era esta ciudad… donde el rumor de la vida nos aprisiona, nos empuja a besarnos, nos deja llorar
No era esta ciudad. Y luego con el dorso de la mano
Habían muerto los ruiseñores de metal nos hace aparecer en las ferreterías, con el rostro tan limpio como siempre…
se incendiaron las piernas. Pero no. No era esta ciudad.
de los maniquíes, Puedes acercarte al balcón,y las tiendas de los discos mirar la verde copa de los árboles,
se llenaron de polvo respirar hondamente del lamento de las calles. y extender tu mirada
No era esta ciudad. Te lo repito. Sobre los rojos tejados;
No era esta ciudad, nada te hablará de aquella voraz llama,
porque entonces las muchachas perdieron de aquel rugido ardiente
sus cabelleras de pronto, que nos lanzó de pronto a las paredes,
y fuimos aprendiendo que descolgó ruidosamente a fumar
impasiblemente las lámparas del techo junto a la perdida mirada de los uertos… e hizo morir apresuradamente.
(Fragmento del poema que fuera parte de la selección hecha por el poeta Juan José Ayuso para el importante trabajo de musicalización que hizo Sonia Silvestre en los años 70, titulado “Sonia canta poetas de la patria”.
En conclusión, esta tertulia con René del Risco Bermúdez nos confirma –una vez más- la urgencia de que se publiquen y reediten a los grandes hombres y poetas de la dimensión de René del Risco, donde el verso se conjuga con la vida y la conciencia.