“Para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia”, Karl Popper.
Yo, quien escribe, periodista de profesión y ejercicio, lejos del fanatismo que suscitan algunas causas en común, y que me siento cómodo al jugar el papel del “Abogado del Diablo”, no comparto la posición de mis “Colegas” que piden la cabeza de la desdichada asesora del Gobierno dominicano que se atrevió a cometer el crimen de dar su opinión a través de un canal que, hasta donde entiendo le pertenece (su cuenta de Twitter), emitiendo algo que, también entiendo le pertenece, su juicio.
A pesar de, no conocer en persona a la susodicha o su trabajo o trayectoria me identifico con la opinión impopular -hasta cierto punto- de Angela Peña (Angelita), pues, ¿no es una obviedad que, en la televisión, como en cualquier otro ámbito de la vida, existen personas feas y bonitas, desaliñadas o bien arregladas?
Mi clase, la periodista, en su mayoría condenó las declaraciones de la dama (de quien cualquiera de nosotros puede pensar también que es bonita o fea por dentro y/o por fuera, indistintamente de si lo es para otros o no) incitando desde los mismos medios de comunicación en los que juraron ejercer y hacer respetar la libertad de expresión, criterio y pensamiento, a que la mujer fuera castigada por lo expresado, olvidando cuántos periodistas han sido castigados por lo que dijeron en algún momento, en su mayoría, verdades incomodas para la clase gobernante y poderosa o en su defecto aquellos que fueron castigados por empresarios y dueños de medios de comunicación por dejar de decir lo que se les ordenó.
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Sin embargo, pasada la emoción inicial, es propicio reflexionar sobre el trasfondo que advertimos en esta situación. Más allá de lo que nos dicen las propias declaraciones de la asesora que hoy permanece en un estado similar al “Gato de Schrödinger”, respecto a su presente y futuro laboral, y que me recuerda la paradoja de la tolerancia del filósofo austriaco Karl Popper, quien estableció que “Para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia”.
Las declaraciones de la dama deben servir como crítica a la “Sociedad del envase” y a nosotros como pueblo para que dejemos a un lado el catalogar y clasificar a las personas por cómo se ven, sin llegar a convertirnos en seres hipersensibles que se ofenden por que otro le diga “Feo”, cuando defendemos hasta la saciedad y con vehemencia que la belleza es subjetiva y que los valores éticos, morales y profesionales deben pesar más que lo físico y superficial. Es el momento propicio para poner en práctica lo que defendemos en teoría tolerando al intolerante.
También, debe abordarse este comentario como una crítica a los medios de comunicación y la sociedad en general, que prefieren ver en sus pantallas a una persona que cumpla con los estereotipos de belleza sin importar que esta o este tenga la preparación y capacidad que conlleva ejecutar el ejercicio del periodismo ético, profesional y responsable, obviando si se es feo (porque los hay) o bonito (porque también lo hay), tolerando al intolerante.
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Además, que sirvan estas palabras de la dama para llamar la atención de los medios de comunicación y los proclamados representantes gremiales de la comunicación y el periodismo en el país para invertir más y mejor en los recursos humanos profesionales que se dedican al oficio en la República Dominicana, mismos a quienes RD$20,000.00 O RD$30,000.00 no les alcanza para adquirir la canasta básica familiar, mucho menos para comprar una camisa o blusa decente con cierta frecuencia y así poder estar presentable para un público cuya mayoría ve con desdén la apariencia del reportero que ofrece la noticia y obvia el contenido de la información que se le brinda, en ocasiones, de trascendencia para el acontecer nacional y en otras que dejan mal parado al Gobierno -sin importar si es el actual o uno pasado o futuro- logrando así, estos, esquivar la bala del cuestionamiento público porque al espectador le importó más cómo se ve el reportero, olvidando tolerar al intolerante.
Sirva la situación, para apreciar cómo una vez más se pone de manifiesto esa actitud que tanto se le ha criticado al Gobierno y que el propio mandatario, Luis Abinader, ha defendido, de que este es un Estado mediático que responde a los ruidos negativos en redes sociales y medios de comunicación, generalmente yendo en dirección de la opinión de la mayoría o que sencillamente haga más ruido. Algo a lo que ellos llaman democracia (nada que ver con darle poder en la toma de decisiones del acontecer nacional al pueblo) y lo que involuntariamente hace recordar las estrategias de manipulación mediática descritas por Noam Chomsky ¡Claro! Tolerando al intolerante.
Sirva también la situación para reconocer la extraordinaria influencia en el Gobierno de la primera dama, Raquel Arbaje, quien sin despacho y a través de las redes sociales en más de una ocasión ha sabido encauzar la agenda de medios y Gobierno en una misma dirección, bajando líneas y asumiendo posiciones que son simplemente acatadas por el oficialismo y sus dependencias, esto sin contar con toda la parafernalia y el aparato con el que han contado anteriores esposas de presidentes del país. En tan solo dos años se ha sabido posicionar como una de las primeras damas más influyentes de la historia de la República Dominicana, sino que, la más, tolerando al intolerante.
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Asimismo, es importante reconocer que si nos negamos a tolerar a los intolerantes y tomamos las declaraciones de la asesora como una extensión de clasismo, elitismo, superficialidad, arrogancia, aristocracia económica y forma de pensar del presidente, Luis Abinader y su gobierno, debemos prepararnos para comenzar a pedir que rueden las cabezas de los funcionarios a los que en más de una ocasión hemos asumido como “Popis” y metido en el mismo saco en el que queremos meter hoy a la señora asesora; y de los que, por supuesto, hemos pedido (como sociedad) en más de una ocasión su destitución. Solo porque no nos sentimos cómodos, al ser una sociedad mayoritariamente pobre y de clase popular, con ser dirigidos por los más acomodados económicamente y según algunos más felices por tener menos problemas monetarios.
Y para terminar de dar una opinión impopular y que nadie me pidió, con el perdón de mis colegas, del Gobierno y la sociedad, las declaraciones de una persona que no incide realmente en la vida del país (tales como las que he escrito yo en este espacio, por ejemplo) no tienen por qué ocupar los titulares de los medios de comunicación ni las agendas del Gobierno, así como, la dama no debe ser castigada por cómo piensa y al igual que con ella como conmigo -si así lo entiende- la sociedad solo debe ¡Tolerar al intolerante!