La reducción de las imperfecciones que han tenido al país en muy baja calidad de la enseñanza, la pública y la de las escuelitas particulares mayormente, tomaría tiempo, pero un proceso rectificador parece en marcha y el período docente (2023/24) que hoy se inicia está llamado a mostrar los primeros resultados de un esfuerzo institucional por convertir las aulas en lugares para construir un mejor futuro.
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Deben quedar atrás asignar prioridad al levantamiento de edificios y a los gastos generales con insuficiente orientación hacia el fortalecimiento estructural y la optimización de los recursos humanos. La autocrítica renovadora para convertir en provechosa la asignación de más recursos al sistema traza un nuevo rumbo. Parece de interés demostrar que sin ser lo esencial, el dinero resultaría –aunque falte lograrlo- una argamasa imprescindible para reedificar la docencia tomándole la palabra al ministro actual: en su promisoria visión el 4% y los ejercicios de autoridad y planificación deben permanecer en dirección a fortalecer la enseñanza de los primeros grados y hacia una fuerte inversión en la capacitación de los maestros. Y en adición, un nuevo mecanismo evaluador de la función educativa a tener efecto en el año lectivo que comienza, deberá incidir positivamente. Esto, agregamos, en lo que la opinión pública logra conocer, a través de auditorías ya aplicadas, el trasfondo de males. Con la honestidad como bandera, todo debe quedar absolutamente claro.