Enero, el lunes del año, permite acotejos, deslumbre y falsedad. Entre la festividad del año nuevo, día de Reyes, la espera del día de La Altagracia y el nacimiento de Juan Pablo Duarte, mucha basura encuentra refugio debajo de la alfombra. Esta vez, para más inri, acechan las elecciones municipales y el esfuerzo estará destinado a la reiteración de logros y de afrentas. Unos y otros, sin programas a la vista, alardearán y prometerán.
Atrás queda el 2023 con el recuento silenciado de fracasos. Ni “Kiko la Quema” apareció, ni el canal que construyen en Haití pa ra desviar las aguas del río Masacre, se detuvo. Es una quimera el control de la frontera, la masiva presencia de haitianos en el territorio dominicano desmiente el cacareado blindaje. Las causas de la explosión en San Cristóbal, será secreto de estado, como los nombres de quienes comandan el caos en el sistema carcelario, recién descubierto por el presidente.
El año pasado, el jefe de Estado, en inusual arenga avaló el método que permite la ejecución de los presuntos delincuentes. Permanecerá en el archivo la irrupción perturbadora en la ciudad colonial con el auspicio de uno de los consentidos del gobierno, el temible dueño de las plataformas que auspician la ilegalidad y se lucran con el delito.
Destacable ha sido y será, la condescendencia extrema con las acciones presidenciales. El presidente candidato, cada minuto, consciente de su aprobación que estima por encima de un 60 % hace y deshace y las gradas aplauden fascinadas. Uno a uno como caballeros y todos juntos como malandrines, como reza la estrofa de Adán Aguilar citada por Joaquín Balaguer en su “Tebaida Lírica”, el mandatario suma a su proyecto antiguos adversarios. El viento a su favor permitió alterar la tregua y asimismo ha logrado acallar a los representantes de las otrora organizaciones cívicas que dejaron de ser “no partidistas”.
Entusiasmados con el Cambio, sin pudor, decidieron apoyar cualquier acción del régimen y avalar la impunidad para los autores de “errores subsanables”. Sus voces son ecos de Palacio. Esos autoproclamados guardianes de la moralidad pública, cuando no callan, omiten. Sus consignas desaparecieron, si la evidencia toca la puerta, sencillamente no abren.
Antes se desgañitaban solicitando transparencia para la financiación de campañas electorales, advertían el dinero sucio tras algunas candidaturas. Ahora que aparece un confeso narco diputado perteneciente al partido en el poder, todavía no reaccionan. Indicios de complacencia se atisbaban durante la campaña pasada. Las denuncias sobre financiamiento espurio fueron constantes, afectaban varias provincias.
Gracias a la estructura mediática servicial, atribuían la revelación a las miserias de la coyuntura. En la memoria está la imagen del candidato ganador, desmontándose, maletín en mano, de un helicóptero, hoy incautado. Argüir la presunción de inocencia, como en el caso de la diputada de La Vega-PRM- no procede porque el diputado del PRM habló y firmó beneficiosos acuerdos con las autoridades de EUA. El esperado narco-político ya existe y ningún estremecimiento ha provocado. Total, importa poco, regresará redimido. Algo de dinero siempre queda y servirá para su reinserción social.