En una proclama a propósito de cumplirse esta semana el 61 aniversario del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo, el PLD advirtió que la construcción ideológica de la dictadura, elaborada en gran parte por la intelectualidad de la oligarquía de la época, no ha desaparecido en nuestro país.
En la proclama, leída por Alejandrina Germán, el partido morado propone aprovechar la conmemoración para crear conciencia en las nuevas generaciones, que deben mantenerse vigilantes “porque siempre aparecerán mentalidades retrógradas que aspiran a volver a ese ominoso pasado”.
Y tienen razón los peledeístas. El trujillismo sin Trujillo todavía tiene muchas formas de manifestarse en la sociedad dominicana 61 años después de desaparecido el dictador y su corte, y los políticos que nos han gobernado desde entonces para acá son en gran parte responsables de que las cosas sean así, ya que sin querer queriendo han mantenido vigentes muchos de sus usos y expresiones, algunas de las cuales pasan inadvertidas porque se consideran algo “natural” en el modo de relacionarnos con el poder y viceversa.
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Por eso creo que, además de una proclama para recordarnos que esa era de oprobio jamás debe volver a repetirse, el PLD debió también hacer un mea culpa, pues gobernó veinte de los últimos 24 años, 16 de ellos corridos.
El tema da para mucho más que el breve espacio que comparto cada día con ustedes, mis queridos lectores, pero cada vez que mis reflexiones me llevan por ese camino no puedo evitar pensar que todo pudo haber sido diferente si Leonel Fernández, beneficiario por carambola del Pacto Patriótico, no hubiera archivado el proyecto de liberación nacional del PLD y el profesor Juan Bosch para hacer suyo el “librito” de gobernar del doctor Joaquín Balaguer, al igual que el mesianismo de un caudillo que le proporcionó una nueva cara a la feroz dictadura utilizando un viejo y conocido disfraz: el progreso.