Creo que si mis padres no hubieran decidido emigrar a la Argentina me hubiera suicidado.
Vos pudiste salir a Estados Unidos, estudiar en una gran universidad, vivir la libertad de los sesenta, hippiar, practicar el amor libre, abrir tu clínica para minorías, mientras que yo no tuve esa posibilidad, yo fui la primera de mi familia que pudo ingresar a la universidad…
Todo depende del lado del cristal del que se mire, mi amada Rosa. Yo tenía encima las expectativas de toda mi familia, las de una sociedad pacata donde ni el diablo se fiaría de nosotras.
Lo bueno de transmigrar en la cárcel es que nunca mueres. Mientras te torturan te escapas por el techo y allí están ellas esperándonos. Durante la tortura, la que más me apenaba era la doctora Andrea Evangelina. Tenía los ojos desorbitados por la locura; y se la pasaba invocando a la Virgen de la Altagracia. Ellos no la veían, pero yo sí, y todo el tiempo trataba de calmarla como podía, solo con la mirada, pero ella daba vueltas y más vueltas por toda la habitación y gritaba y gritaba en francés todo tipo de maldiciones contra Trujillo.
A mi quien me daba vueltas era Evita, debe ser porque mi madre era de uno de sus clubes y la adoraba. En mi casa ella era una santa, después que ayudó a Ernestito con la tuberculosis. No había manifestación que ella convocara donde mis padres no estuvieran. Ahora, cuando la veo en el cine, creo que se va a desintegrar. No entiendo de dónde sacaba la fuerza para esos discursos vibrantes. Se acercaba a la silla eléctrica y me ponía sus manos de Magdalena en la cabeza y te juro que me aliviaba, era como si yo fuera su niña…
El problema es que no siempre pueden permanecer con nosotras. Un rollo de película que se repite ad infinitum, que a veces se rompe, pero se empata y sigue girando.
La vida es el cine querida…
Más bien es un cine…
Ve y dile eso a mi madre… El problema Julia, es que tú querías ser todas las que no eras, las que no habías sido. Nunca te debieron regalar la biografía de Juana de Arco…
Ni a ti la de Rosa de Luxemburgo…
Hay que irse de Palermo…
¿Adónde?
¿Qué te parece Erice? Allá a cierta hora la montaña revela sus secretos y lo que oculta detrás de las plantaciones de olivo, limonares y flores Sangre de Cristo. Un trinar de pájaros ensordece y aparecen de pronto bandadas de gaviotas revoloteando entre la roca y el jardín, de una sobria y vasta gama de verdes. ¿Qué quiere decirme la montaña cuyos ocultos rostros se revelan, solo a esa hora, en un fugaz momento?
Quizás que el ser humano es algo más que una bestia que piensa, que a la gente le hace falta la belleza, la tradición, la magia.
¿Por qué no nos vamos a Erice?
Es muy difícil ascender a esa vía medieval, para visitar una villa a 776 metros de altura, construida en la cima de una montaña que se cree centro de culto de Astarté, luego Afrodita y después Venus, y hoy se llama Monte San Juliano.
Erice de los Punos, Griegos, Romanos y Normandos, pueblecito de veredas escabrosas, con una panorámica de montañas cuadriculadas con viñedos y olivares, que quita el aliento.
Llegué un tres de junio, ignorando que era el aniversario de la coronación del rey Federico III de
Aragón, para entrar por la puerta grande al Medioevo. El empedrado de las calles es del siglo quince y la arquitectura abarca los siglos 16 y 17. Las callecitas son estrechas y de balcón a balcón conversan las señoras, entre flores y justo debajo del escudo de armas de sus familias. Las casas miran hacia dentro donde lo patiecitos interiores rebosan hortensias de todos los colores, rosales y geranios.
¡Waoooooooooooo! Y después dices que no eres poeta.
El resonar de redoblantes y el sonido de flautas nos alerta. Un despliegue de banderas ondeando al ritmo del redoble anuncia el comienzo del desfile de los munícipes de los Cantones aledaños, cada uno con sus acróbatas, banderolas, músicos, sus guardias con armaduras y cascos.
Todos los trajes son a la usanza; abundan los brocados multicolores, los encajes, las perlas, las diademas. Cada castillo desfila con su Señor y Señora, pajes y jóvenes damas, la tradición medieval encarnada en cada hombre y mujer, destilando el orgullo de sus costumbres, en cada joven que lanza las banderolas al aire y las atrapa.
En Erice siempre me sentía hechizada, como en un cuento de Hadas, hasta que un dolor agudo me devolvía a mi realidad. Trataba entonces de concentrarme en la montaña, y en los olivares, en los palacetes y sus jardines interiores…
El eterno reciclaje es su condena…
¿Lo dices por la repetición incesante?
Es como un rollo de cinta sin editar… Hay que devolver la cinta, revisar la escena, retroceder, avanzar…
¡Y dále con el cine!
No pareces darte cuenta de nada…
¿Cuenta de qué?
De que ya estuvimos… de que siempre estamos aquí…
Si esto es el infierno ¡bienvenido sea!
Puede que sea el Paraíso…
Creía que eras comunista…
De los comunistas será el reino de los cielos, dijo Roque Dalton…
No, lo que dijo es que el comunismo es una aspirina del tamaño del sol…
El sol de Galileo, es decir el Dios Sol responsable de la rotación de la tierra, del movimiento de las aguas, de la clorofila, de la luz y lo verde, del Paraíso como lo imaginamos…
No sigas con lo mismo Rosa. Te van a volver a torturar “en los modos agotadores actuantes, ¿Quién puede evitar de ser, yo no diría hundido, pero si al menos duramente agitado por los vientos furiosos de los celos?” … del conocimiento ajeno.
Te escucho mi querida “Sagredo”, pero recuerda lo que les dije cuando ya pensaban que me habían domesticado: “sin embargo se mueve”.
¿Y no te apetece algo de carnaval? ¿Los redoblantes, las trompetas, el juego de las banderolas, las niñas con sus coronas de margaritas? ¿Los balcones con sus escudos de armas y sus flores multicolores? ¿Los soldados con armadura?
¿El fuego? ¿Las piedras? ¿Los insultos? ¿Los escupitajos? ¿Las antorchas? ¿Las piras? Detrás de tanta fiesta siempre hay mucho de siniestro…
Algo tienen las ciudades medievales, construidas sobre rocas que emergen y se hunden en el mar: Una energía, una fuerza de la naturaleza, un llamado cósmico a todo lo que es trágico y hermoso, una permanente invitación a retornar, a volverse a atrever, a arriesgarse…
Ummmmmmmmmmmmmmm.
¡Esas mujeres obesas parecen rebosar salud y belleza!
Por lo menos eso aparentan…
¡Fíjate en las caras de orgullosa satisfacción de los maridos!
Nadie conoce sus infiernos interiores…
Tú siempre tan pesimista…
¿Tengo razones para no serlo, Julia? Detrás de tanta fanfarria está la mujer reducida objeto de placer, a máquina reproductora, a mensajera, a transportista de armas, a refugio de compañeros, a enfermera, a cocinera, a amante transitoria…
¡Basta de Rosa Luxemburgo! ¡La vida es bella!…
Ojo¡ con lo que dices Julia! La nostalgia de la vida es lo único que puede realmente matarnos.