Atados hasta la coronilla a los endeudamientos, y bajo enflaquecidos flujos de ingresos tributarios, para los dominicanos no está garantizado un futuro de equilibrio en el funcionamiento de la economía imprescindible para la paz social y para un mayor impulso al desarrollo humano.
El crecimiento transcurre con el telón de fondo de problemas comunitarios, con alzas del costo de la vida que la elevación del ingreso familiar no compensa y precariedades de recursos que el Gobierno solapa proyectando una imagen de gran hacedor.
Pero lo hace a partir de cuentas por pagar, engordando el maletín que las contiene, sin hallar todavía la fórmula que reduzca su peso, y mientras más pronto, mejor.
Hay dos situaciones que no deben darse en sucesión de causa y efecto que son la de la intensa oposición, abierta o entre bastidores, a fijar nuevas reglas fiscales tanto para gravar más como para gastar eficientemente, y el no disponer en el último momento, el de los tranques cruciales, de recursos para mantener al país sobre rieles y creciendo con equidad.
Aumenta el ahorro nacional gracias a los medios privados de producir y obtener beneficios. Un país de bastante y exitosos negocios. Aceptables inversiones y rentabilidades para un estrecho círculo que comparte poco sus ganancias con el Estado, que es el llamado a prodigar estructuras favorables a inversiones y redistribución del ingreso en justicia para las mayorías.