Con la promesa de construir más obras con menos recursos, desarrollar las zonas olvidadas del país y cambiar el despilfarro por la eficiencia, la impunidad por un régimen de consecuencias y la opacidad por la transparencia y honestidad, el presidente Luis Abinader dibujó claramente hacia dónde dirigirá los cañones de su campaña electoral cuando haga formal lo que ya es muy evidente.
Al rendir cuentas ante la Asamblea Nacional por tercera vez, el mandatario hizo un extenso resumen de ejecutorias e intenciones en 18,083 palabras que leyó en 2 horas y 37 minutos. Durante ese tiempo, como suele suceder cada 27 de febrero, los aplausos y las emociones se elevaron al punto que legisladores y funcionarios parecían entrar en frenesí.
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El “entusiasmo” también nos tocó cuando el presidente Abinader se comprometió con ese aumento salarial que necesitamos para paliar la subida de los productos de primera, segunda… necesidad. ¿Llegará y, sobre todas las cosas, compensará?
Sin entrar en el “Pollo Index” o en los precios del 2011, cuando reinaba el presidente Leonel Fernández, ese argumento solo prosperará si el Gobierno devuelve el poder adquisitivo perdido. Comparar, después de tanto tiempo, es complejo cuando nos rinde menos el dinero.