La historia de la Alhambra está ligada al lugar geográfico donde se encuentra, una colina rocosa de difícil acceso, en los márgenes del río Darro, protegida por las montañas y rodeada de bosque, entre los barrios más antiguos de la ciudad.
Creada originalmente con propósitos militares, la Alhambra era una alcazaba (o fortaleza militar), un alcázar (o palacio) y una pequeña medina (ciudad), y todo al mismo tiempo. Este triple carácter nos ayuda a comprender las características de este complejo arquitectónico al que se suma otro edificio, el Generalife o residencia de recreo utilizada por los sultanes de Granada como lugar de descanso a las afueras de las murallas de la ajetreada ciudad.
El nombre Alhambra tiene sus orígenes en la palabra árabe que significa “castillo rojo o bermellón”, debido al tono de sus muros. Aunque existe una explicación más poética, narrada por los cronistas musulmanes que hablan de la construcción de la Alhambra “bajo la luz de las antorchas”.
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Pese a que la fortificación se remonta al siglo IX no existe ninguna referencia de la Alhambra como residencia de reyes hasta el siglo XIII con la instauración del reino nazarí por Muhammad Al-Ahmar cuando se levanta el primero de los palacios y se traslada la corte del vecino Albaycín a la colina de la Sabika en 1237, iniciando así las obras de la Alhambra.
Los sucesores de Al-Ahmar se encargarán de añadir nuevos edificios. Serían Yusuf I y Muhammad V, ya en el siglo XIV, los responsables de las edificaciones más espectaculares del recinto nazarí.
Yusuf I realiza, durante lo que podría considerarse la edad dorada de la Alhambra, obras magistrales como la Puerta de la Justicia, o el Salón del Trono en la Torre de Comares. Y su hijo Muhammad V, levanta el espectacular Palacio de los Leones con su famoso Patio, el Mirador de Lindaraja y finaliza el Palacio de Comares.
La Alhambra nazarí
Comencemos este recorrido por la parte más antigua: La Alcazaba o fortaleza, la zona militar y defensiva, una construcción militar que como tal carece de los ornamentos. Construida en la primera mitad del siglo XIII por Muhammad I Al-Ahmar en la colina de la Sabika se convierte en una ciudadela de altas murallas y torres defensivas, que alberga el cuartel de la guardia real y las viviendas de los soldados que protegían la ciudad, cuyas plantas se aprecian por tamaños según la categoría. Desde lo alto de sus robustas murallas, sobresalen la Torre de la Vela, la del Homenaje, o la del Cubo, desde donde se disfruta de panorámicas vistas de la bella ciudad de Granada.
La Medina, o ciudad árabe donde se levantaron los célebres palacios nazaríes así como las casas de los nobles que la habitaron. De los seis palacios que existieron, han quedado tres: el Mexuar, el Palacio de Comares y el Palacio de los Leones, auténticas joya de la Alhambra.
El Mexuar, estancias donde tenían lugar las actividades administrativos del Estado.
El palacio de Comares, o residencia real y uno de los lugares más impresionantes por el famoso Patio de los Arrayanes, el Salón de Embajadores o donde apreciar las magníficas inscripciones en árabe que inundan sus paredes.
Obra de Yusuf I. El palacio de los Leones, era la zona más privada de los reyes nazaríes y donde se encuentra el lugar más fotografiado de la Alhambra: el Patio de los Leones. Construido por Muhammad V.
El Generalife y sus jardines. Se trata del lugar de retiro y de descanso de los reyes nazaríes. Ricamente ajardinado, con flores, plantas, huertas y fuentes, en este recinto el agua es un elemento fundamental.
Se distingue bien por estar encalado en blanco que aporta más frescor y por poseer tranquilos paseos, miradores y patios como el del Ciprés de la Sultana, la Escalera del Agua, el Mirador Romántico, el de Ismail I o el Patio de la Acequia.
La Alhambra cristina
Cuando el 2 de enero de 1492 Boabdil, último sultán del reino nazarí de Granada se rinde y entrega a los Reyes Católicos su reino terminan ocho siglos de presencia árabe en España. Comienza entonces una adaptación de aquella hermosa villa a las necesidades de los reyes cristianos, que trasladan aquí su corte. Se hacen obras de re-decoración en los palacios nazaríes, añadiendo el emblema real por todas partes y se levantan capillas e iglesias como el convento de San Francisco, hoy Parador de Turismo.
Su nieto, el emperador Carlos V (rey de España) sigue las obras pero enamorado del emplazamiento (allí disfrutó de una feliz y prolongada luna de miel con su amada esposa, Isabel de Portugal) decide levantar un palacio de grandes proporciones que represente su poder, un espectacular edificio renacentista de planta cuadrada con un gran patio central circular, para lo cual tuvieron que destrozar parte de edificaciones musulmanas.
La Alhambra siguió siendo un lugar importante para el emperador y aunque nunca llegó a trasladar su corte, sí planeó instalar en Granada el mausoleo real de su familia.
Desafortunadamente, la Alhambra sufrió una época de abandono con la llegada de la siguiente dinastía, los Borbones en 1700, y un siglo después la situación se agravó cuando fue ocupada por las tropas napoleónicas durante la invasión francesa. Fue sin duda éste el momento más trágico de su historia, gran parte de la Alhambra estuvo a punto de volar por los aires debido a las explosiones que fueron dejando las tropas francesas en su huida. Siguieron años de abandono total en los que estuvo habitada hasta por gente de la calle, se hacían hogueras en su interior para protegerse del frío…..
En el último cuarto del siglo XIX comienza una época de restauración, lento proceso que pese a que no siempre tuvo aciertos, hasta que en 1923 el arqueólogo y gran medievalista, Leopoldo Torres Balbás pone por fin orden al caos cuando toma las riendas de las obras de restauración con una profunda, respetuosa y atinada actuación.
La Alhambra inventada
A mediados del s XIX llegaron los viajeros románticos que fascinados por la Alhambra, trasladan a sus obras la magia y belleza del lugar que a pesar de su estado de abandono aún conservaba. El más famoso fue el escritor norteamericano Washington Irving, un joven burgués de Nueva York, fue uno de los primeros viajeros que buscaba en España todo aquello que anhelaba su imaginación impregnada de tópicos románticos.
Tras varios viajes por Europa, en 1829 recorre Córdoba, Sevilla y Granada, donde residió varios meses dentro de la Alhambra, y donde compondrá Cuentos de la Alhambra (1832) recopilación e interpretación de las leyendas hispanomusulmanas de la ciudad convertida en literatura.