La oscuridad aún cubría Santo Domingo en la madrugada del 1 de diciembre de 1821, mientras la plaza principal de la ciudad se llenaba de gente.
La noticia de un cambio radical de gobierno había corrido como un reguero de pólvora. En la torre del Homenaje, bajo un cielo resplandeciente, el estandarte español fue reemplazado por la bandera de la Gran Colombia, que simbolizaba el nuevo comienzo político.
En el centro de la plaza y rodeado de una multitud expectante, José Núñez de Cáceres sostenía en sus manos un documento, que leyó con firmeza y con voz enérgica: era la Declaración de Independencia Dominicana, su propia obra. Cada palabra pronunciada era un golpe al antiguo régimen, cada frase un paso hacia la libertad.
Al concluir su discurso, proclamó la creación del Estado Independiente de Haití Español, al tiempo que, en ese mismo instante, la plaza se convirtió en escenario de un nuevo capítulo en la historia de Santo Domingo, un testimonio viviente de la audacia y del coraje de un pueblo en busca de su propia identidad.
La primera independencia dominicana, 1821 “La Independencia efímera”
Desde 1801-1821 el pueblo hispano-dominicano vivió diferentes experiencias traumáticas. Luego de tres siglos de evolución y gestación de su identidad étnico-cultural, los dominicanos padecieron los siguientes hechos: cedidos a Francia en 1795; luego invadidos por los haitianos, en 1801 y 1805; pretendidos por los ingleses que también deseaban gobernar la isla; gobernados por franceses a partir de 1803; reincorporados a la monarquía española en 1809; y, finalmente, tras proclamar su primera independencia, asociados al proyecto federativo de La Gran Colombia en 1821.
En 1814, a raíz de la expulsión de los franceses de la península ibérica, el Santo Domingo español nueva vez pasó a ser posesión de España en virtud del tratado de París. Tal circunstancia, sin embargo, en nada benefició a la colonia porque, para esa época, España también enfrentaba las rebeliones armadas de sus antiguas posesiones en la América del Sur; razón por la cual mostró poco interés para ayudar a sus súbditos hispano- dominicanos.
El colectivo, por tanto, vivió atrapado en una especie de letargo, sufriendo las consecuencias de un lento y progresivo languidecimiento social. Una célebre quintilla del padre Juan Vásquez, cura de la parroquia de Santiago, interpretó el sentir popular respecto de las vicisitudes y cambios de intervenciones extranjeras por las que atravesó el pueblo dominicano:
Ayer español nací,
A la tarde fui francés,
A la noche etíope fui,
Hoy dicen que soy inglés,
No sé qué será de mí.
En 1821 la colonia española se hallaba colocada frente a una compleja disyuntiva: continuar relegada a un plano de poca significación para la Madre Patria, o ser absorbida por sus vecinos de Occidente, que habían retomado la vieja teoría louverturiana según la cual la isla de Santo Domingo era “una e indivisible”.
La población de la colonia no excedía de 80,000 personas, distribuidas entre cinco pueblos principales, que se llamaban provincias, y unos 20 poblados que recibían la designación de comunes. El descontento era general, sobre todo por la miseria en que la guerra de la reconquista había sumergido al país.
La economía estaba en crisis. Las arcas del gobierno estaban vacías, que dependía casi exclusivamente de la ayuda externa, principalmente de Cuba y Venezuela. Durante el período conocido como ‘La España Boba‘, había una especie de subsidio, conocido como ‘el situado‘, que llegaba esporádicamente. Además, el comercio había colapsado y la administración pública sufría los efectos de una burocracia ineficaz. Los militares estaban insatisfechos por falta de pago, de comida adecuada y de vestimenta, entre otros problemas.
Ante ese panorama tan desalentador, se imponía tomar una decisión acorde con el deseo de la generalidad de la población, víctima de la incertidumbre e insegura de su futuro. Fue entonces cuando el doctor José Núñez de Cáceres, hombre de gran formación académica y de extensa carrera administrativa en el gobierno colonial, emprendió el difícil proyecto de fundar un Estado independiente.
Varios factores determinaron la voluntad y decisión del colectivo para disolver los vínculos de dependencia con España:
- La incapacidad de España para atender adecuadamente a las necesidades de la colonia, primero por razón de la guerra en Europa y luego por las insurrecciones suramericanas.
- Languidez total de la cultura y de la economía en Santo Domingo y la convicción de que, en vista de la situación española, poco se podía esperar de la metrópoli para salir del letargo.
- La creciente amenaza de Haití, pues los rumores e incidentes, que indicaban la proximidad de un movimiento militar contra la parte oriental de la isla, que ya no estaba bajo la soberanía de España.
- El éxito de las armas separatistas en la mayor parte de la América española, pues ya para 1820 era evidente el triunfo final de las fuerzas independentistas en contra de España.
La noche del 30 de noviembre de 1821 tuvo lugar el pronunciamiento revolucionario en Santo Domingo. Liderados por José Núñez de Cáceres, los independentistas tomaron control de la fortaleza militar sin encontrar resistencia del pequeño contingente español; y esa misma noche encarcelaron al gobernador colonial, el brigadier Pascual Real.
Al amanecer del primero de diciembre, los revolucionarios, ya en posesión del gobierno, proclamaron el Acta Constitutiva del “Gobierno Provisional Estado Independiente de la Parte Española de Haití”, bajo la protección de la Gran Colombia, cuya bandera ondeó en la Torre del Homenaje y en los edificios públicos de la ciudad.
Núñez de Cáceres, como líder principal del movimiento, fue designado gobernador y presidente del gobierno provisional. Una de sus primeras medidas fue notificar a las autoridades españolas, estacionadas en Cuba y Puerto Rico, acerca del cambio político ocurrido en Santo Domingo.
Asimismo, les remitió copia de la Declaratoria de Independencia del Pueblo Dominicano y una proclama dirigida a los Valerosos Dominicanos y Amados Compatriotas, en las que se denunciaba el “tiránico yugo de la España” y se enumeraban las causas de la revolución, afirmando lo siguiente: No más dependencia, no más humillación, no más sometimiento al capricho y veleidad del Gabinete de Madrid.
De igual manera, el nuevo gobernante dominicano estableció contacto con el presidente haitiano, Jean Pierre Boyer, quien ya había consolidado su poder tras unificar bajo un solo gobierno las regiones del sur y del norte de su país, a fin de informarle que los dominicanos se habían proclamado independientes, decididos a establecer una República sobre bases democráticas y, por tanto, lo invitaba a concertar un acuerdo de paz, colaboración y mutuo respeto entre ambos pueblos.
Sin embargo, Boyer tenía otros planes bien definidos y desde hacía algún tiempo sus agentes promovían una campaña tendente a unificar ambas partes de la isla bajo la hegemonía exclusiva de Haití. Para lograr esto último el gobierno haitiano contó con la colaboración de algunos dominicanos, sobre todo en ciertos pueblos fronterizos del norte y del sur.
El propio Boyer, en comunicación dirigida a Núñez de Cáceres, expresó sus planes para absorber el Santo Domingo español:
“Desde la proclamación de nuestra independencia, jamás hemos entendido que la isla de Haití fue divisible: toda su extensión, y comprendiéndose en ella las islas adyacentes, forma el territorio de la República…” Y para que no hubiera dudas respecto del próximo paso que daría el gobierno haitiano, Boyer sentenció: “Es necesario no hacerse ilusiones: dos Estados separados no pueden coexistir ni mantenerse independientes el uno del otro en la isla que nos cobija desde los más remotos orígenes históricos.”
En función de esas consideraciones, Boyer amenazó, y cumplió, con invadir militarmente la parte española de Santo Domingo. Todo parece indicar que Núñez de Cáceres no midió el riesgo de enfrentar a Haití tras declarar la separación de España, debido a que la mayoría del pueblo no estaba preparada para defenderse de un ejército numeroso y bien entrenado como el que entonces tenían los haitianos. La creencia general era que mientras la colonia permaneciera bajo la protección de España, los haitianos no se aventurarían a invadir Santo Domingo.
El Acta Constitutiva, que sirvió de base jurídica al joven Estado, determinó que la Parte Española de Haití adoptaba el sistema republicano de gobierno; y en su artículo cuarto se especificó que se aliaría con la República de Colombia para convertirse en uno de los Estados de esa Unión federativa. Y en ese sentido, se envió un emisario a Caracas, el doctor Antonio María Pineda, con el fin de gestionar el apoyo de Simón Bolívar.
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¿Qué indujo a Núñez de Cáceres a declararse independiente bajo la protección de la Gran Colombia?
Procedió de esa manera convencido al parecer de que el Estado vecino respetaría esa decisión, pues en 1816 el gobierno que presidía el general Alexandre Petion había brindado un valioso respaldo a Simón Bolívar para su proyecto libertador en contra de España.
No obstante, los esfuerzos del emisario dominicano en Caracas no tuvieron éxito. Bolívar se hallaba en campaña fuera de Caracas y todavía no había culminado su campaña libertadora en el continente suramericano. El pueblo dominicano quedó prácticamente aislado, sin que ninguna potencia extranjera pudiera asistirle para garantizar y asegurar su independencia, ni mucho menos protegerlo frente a una invasión militar procedente de Haití. De esa manera culminó el primer ensayo independentista dominicano, que por su corta duración los historiadores han llamado “la independencia efímera”.
El 9 de febrero de 1822, Jean Pierre Boyer tomó posesión de la parte española de Santo Domingo al frente de un ejército de 12,000 soldados, y a partir de ese día el pueblo dominicano fue compulsivamente incorporado a la República de Haití. Comenzó así la Dominación Haitiana, que duró desde 1822 hasta 1844.
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