Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Genocidio: Exterminación sistemática de un grupo social de raza, etnia, religión política y nacionalidad.
En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo se ve del color del cristal con que se mira.
La herejía de hoy es el credo de mañana.
El horror de los hornos de cremación humana preparados y usados por los alemanes durante el gobierno de Adolfo Hitler contra los judíos fue la cota más alta de la barbarie humana en los siglos posteriores al Renacimiento.
La sola mención del holocausto hace pensar que la maldad humana es ilimitada, la maldad, la ambición y el ejercicio ilimitado del poder.
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Como aun no estaban desarrollados los medios de comunicación, como en el último siglo, no se habla del holocausto llevado a cabo por españoles, ingleses y centroeuropeos, especialmente en los Estados Unidos donde asesinaron nadie sabe cuántos miles de miles de personas, aun así, pese a sus esfuerzos, no exterminaron las razas indígenas del continente americano.
Siempre se ha dicho que en la guerra la primera víctima es la verdad, de ahí la persecución contra los hombres y mujeres de la prensa en el mundo entero.
Si la verdad es la primera víctima de la guerra, la justicia le anda muy cerca pues uno se pregunta ¿es justa la política desarrollada por Israel? Cualquiera se anima a responder: sí, es justa.
Por supuesto, esa respuesta choca con principios, prácticas y experiencias muy válidas y respetadas, una de las cuales marca uno de los estadios más importantes de la humanidad: el derecho de propiedad, el derecho a que se respete lo mío.
Israel conquistó el terreno que ocupa hoy a sangre y fuego, hasta entonces era territorio palestino e inició una guerra de conquista y de exclusión y de injusto rechazo a la solución de facilitar la creación de una república Palestina convirtiendo esa nación en una población semi errante lo cual es absolutamente injusto.
Lo más relevante de esa situación es cómo se rasgan las vestiduras Estados Unidos, Francia, Inglaterra y otras naciones europeas y ni hablar de los países árabes que no usan su poder para respaldar una solución como si no les importara.
Mientras Israel asesina a palestinos, ancianos, niños, mujeres preñadas, parturientas, los árabes callan, los occidentales culebrean y los bombardeos siguen.
Como las fuerzas morales no acallan cañonazos leemos, vemos y escuchamos el ejercicio inútil de una Organización de Naciones Unidas que solo tiene fuerza cuando Estados Unidos, Francia e Inglaterra alzan su voz, mandan sus tropas y las de algunos otros países a intervenir para imponer la paz que les conviene, no necesariamente la justa.