Al conducir varias tertulias literarias nos hemos dado cuenta que sus historias tienen una resonancia individual y colectiva, que injerta la realidad a la ficción y la ficción a la realidad en un trayecto de ida y vuelta, donde la escritora no busca más que abrir las conciencias al conocimiento de los procesos humanos frente a los acontecimientos convertidos en historia con la distancia del tiempo, y en testimonio político y social cuando los hechos nos llegan de cerca.
Con “Violeta”, novela de unas cuatro ciento páginas, recorremos una lectura de cien años, anclada entre 1920 y 2021, es decir, desde la llamada pandemia de la gripe española de 1920, hasta la compleja amenaza que nos toca todavía en el 2022 con el coronavirus.
Toda la semántica literaria se construye a través de una carta que Violeta escribe a su nieto Camilo, hecho sacerdote misionero en el Congo.
Estamos frente a una historia épica, escrita con las turbulencias de los tiempos, que nos destapa en profundidad la historia contemporánea de Chile, cruzando los senderos y los desvíos de las mismas políticas que tocaron a América Latina en todo el siglo veinte: dictaduras, golpes, invasiones sismos, terremotos y todo, hasta llegar al suspiro y al respiro de una intermezzo democrático y del regreso a la paz política de todo el pueblo chileno.
Pero ni se nombre Chile ni Allende , porque la autora evoca, conecta y sus referentes metafóricos son tan claros que todos sabemos donde estamos sin nombrar.
Esta larga carta convertida en novela, está dirigida al ser más amado por la abuela Violeta. En ella, rememora su vida emocional, sus amores, sus engaños y desengaños, y sobre todo, su vida de mujer amante, mujer esposa, mujer madre, mujer amiga y mujer abuela melancólica.
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El ojo observador de la novelista es agudo en las precisiones de los fenómenos que componen una vida. Tenemos una maravillosa descripción de las relaciones intrafamiliares de una familia conservadora y burguesa, cuya condición social sube y baja dependiendo de los hechos económicos y financieros.
Aquí la crisis de 1929 derrumbó a la familia Del Valle en sus alcances sociales, hasta tener que autodesterrarse hacia el campo y vivir años de misera irrecuperables.
Tenemos también todo de la composición migratoria chilena, a través de las colonias alemanas del sur, que representa el exilio de la vergüenza, el exilio neonazi que influyó ampliamente en la bobina ideológica chilena.
Pero como cien años son varias vidas, aparecen personajes únicos, tratados con el humor y el sabor de la Allende.
Su acercamiento a la condición y situación de la mujer se distribuye en varias capas.
Tenemos a Teresa, la significante promotora de los derechos cívicos y políticos de las futuras feministas y, en ella, todo el decorado de las mujeres andrógenas de principios de siglo, liberaron sus cuerpos con pantalones y boquillas de fumar, inspiradas por la línea Coco Chanel.
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Josephine, la profesora inglesa, representa la imagen de la “british”, educadora de niñas y de niños de familia, que iremos conociendo en el desenvolvimiento de su trama existencial convertido en un drama humanizado, a través de la lupa de una escritora que maneja el realismo literario y el pudor sicológico con una fina destreza en los escondites del alma humana.
El nieta Camilo, a través de esta carta testamento existencial, irá conociendo y empapándose de todos los senderos y bifurcaciones que hace una vida o varias vidas en una sola persona, porque así fue la historia de Violeta, varias mujeres en una, la joven prometida que se casa sin amor, amante engañada por la pasión y el sexo, llevada esa pasión a una interdependencia de pareja enferma, víctima de violencia física y moral, de abuso de personalidad, hasta la humillación.
En todo el transcurso del tiempo evoluciona Violeta, hasta cumplir con la maternidad de una hijo: Juan Martín, quien, después de muchos rechazos de su padre aventurero, mafioso, narcotraficante de todos los gobiernos, cómplice de todas las corrupciones, lo despreciará y lo apartará de su paternidad, por el exceso de un afecto exagerado, feroz y enfermizo, por la hija Nieves.
Es con el desenvolvimiento de la figura de Nieves que la novela entra en las preocupaciones dramáticas de finales de los ochenta, con toda la escenificación de la adicción a la droga fuerte que conduce la novela hacia Estados Unidos como pantalla de infierno de dependencia durante los años hippies en la figura de Nieves.
Una novela fusionada con “Violeta”.
Pues nos aterriza en el mundo inmediato de la descomposición del ser, víctima de una educación rota por las problemáticas de la pareja de sus padres.
Camilo nacerá de la muerte de su madre, recibirá todo el amor de Violeta que, en sus larga trayectoria, se entregó de lleno a superarse y a superar los accidentes de su vida emocional, hasta encontrar por fin la paz y el sosiego en un compañero de final de vida que le permite encontrarse, por fin…
Los derechos de la mujer será su lucha, como lo son para la misma Isabel Allende, la salvación y la curación por la genialidad del ámino humano que nos acompaña siempre, para encontrar el molde de la sanación.
Por todas estas razones expuestas la novela, “Violeta” invita a una lectura que arranca lentamente y se termina con la paz de la vida que engancha con la paz de la muerte; una lección profunda que nos lleva de la mano con esta frase final
“Adiós Camilo, Nieves ha venido a buscarme. El cielo está precioso”