Dime querido Vidal,
Ya que eres medio letrado,
¿Para ser buen diputado
A un Congreso Nacional
Debe ser hombre legal
De inteligencia y decoro?
-No seas penguiche, Teodoro,
Que a un congreso ir
No hay más que saber decir:
Corroboro, corroboro.
-Juan Antonio Alix
He pensado mucho si debía escribir este artículo. Comencé mi faceta de columnista en 1992 en el periódico Ultimo Hora, hace ya 30 años. Y desde entonces he escrito más de 40 artículos sobre el tema de la reforma constitucional.
Como historiadora que soy, he hecho referencia a las barbaridades que se cometieron en 56 años de vida republicana en el siglo XIX. En el siglo XX fui testigo de la modificación constitucional a vapor de 1994, producto de la crisis política que generó el fraude colosal que culminó con el acortamiento del período presidencial. Pensé que al llegar al siglo XXI, esos temas se superarían, pero no. El señor dinero y el señor interés político corrieron por los pasillos congresuales para motivar a la fuerza la modificación constitucional y permitir la reelección del entonces presidente Mejía. Años más tarde, Danilo Medina, quien criticó vehementemente al otro, repitió la hazaña. Y en el 2020 no logró hacerlo por una “sugerente” llamada desde Estados Unidos.
Ha estado en el debate público la propuesta gubernamental de reformar algunos aspectos de la Constitución actual para “blindar” algunos avances que se han hecho en materia de justicia y persecución de la corrupción gracias a la existencia de un Ministerio Pública Independiente. Los partidos políticos de oposición, temerosos de que esta propuesta fuese una trampa, se han expresado vehementemente para expresar su desacuerdo.
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Durante los 178 años de vida republicana hemos tenido 39 constituciones; especifiquemos, se ha producido 38 reformas; de las cuales solo 6 han sido verdaderas reformas; y en el resto, se utilizaron las artimañas políticas para modificar uno o dos artículos.
A mi juicio las constituciones nuevas que ha tenido el país han sido: la de 1844, que fue la primera. La segunda fue la de Moca en 1858; la tercera fue la Constitución de 1963 hecha por Bosch y que era muy progresista para la época. La cuarta fue la de Balaguer de 1966, que es la que más ha durado y que coronó el conservadurismo constitucional; la quinta fue la de 1994, la cual aunque fue parcial, introdujo elementos importantes que transformaban los paradigmas políticos existentes; y luego la del año 2010, que fue una Constitución nueva y novedosa, aunque dejó sobre el tapete muy serios cuestionamientos jurídicos, tales como el origen de la existencia humana y el tema del jus solis.
La constante ha sido en todas las demás “reformas”, lo sabemos: permitir o impedir la reelección presidencial. Esta eterna tensión se convirtió en el leif motive de las reformas. La desesperación por quedarse en el poder hizo que políticos de ayer y de hoy introdujeran forzosamente las reformas constitucionales. En el siglo XIX Ulises Heureaux fue el maestro; y en el siglo XXI Hipólito Mejía y Danilo Medina hicieron lo mismo que tanto criticaron, tal y como señalamos en párrafos anteriores.
En el siglo XIX, por la sed y el hambre de poder se establecieron los períodos constitucionales de hasta un año; luego se modificó a dos años; después a cinco años y finalmente en el siglo XX se decidió que el período constitucional fuera de cuatro años.
Las reformas constitucionales han sido un dolor de cabeza en la historia política dominicana. Los diferentes dirigentes políticos han visto nuestra Carga Magna como un simple mecanismo de permanencia, un elemento más del asalto al poder en que se concibe el Estado dominicano. Nunca ha sido respetada, más bien ha sido referente lejano que debe adecuarse a los intereses de turno.
Ahora el nuevo Gobierno está planteando una nueva reforma. Sostiene el presidente Luis Abinader que quiere dar total independencia al procurador general de la República y reformar la conformación del Consejo Nacional de la Magistratura.
No niego de las buenas intenciones presidenciales. Me gustaría también que las Miriam Germán Brito estuvieran asumiendo esos cargos: honestas, independientes, valientes y sin miedo a presiones políticas ni sociales.
Pero, y ahí viene mi pregunta ¿Una reforma constitucional hoy? ¿Una reforma constitucional hoy, para qué? ¿Cuál es la necesidad de abrir la caja de pandora? Si se abre esa brecha podría aprovecharse para vislumbrar otros aspectos que afectarían muchos intereses políticos. ¿Mi opinión? Buscar la forma de asegurar la independencia del Ministerio Público por otras vías.
Creo que este tema debe retomarse en un diálogo franco y abierto con los partidos políticos. Un pacto podría ser un camino, pero ¿cuántos pactos han sido firmados y violados? ¡Muchos! ¡Muchos! ¡Muchos! ¡Muchos!
¿Es el momento oportuno para una reforma constitucional? En medio de una crisis mundial producto de la guerra con Ucrania, y las secuelas económicas que este enfrentamiento bélico está dejando en el mundo.
¿Es el momento oportuno para una reforma constitucional? Cuando el propio Gobierno está promoviendo 14 otras reformas de mucha importancia para el país; y ese tema podría distraer la atención para temas tan vitales como la electricidad, el pacto con las aguas, el medio ambiente y la reforma educativa.