Con una aprobación urgente en la Cámara de Diputados que casi le pasa desapercibida a la gente juiciosa, comienza un parto congresual que dividiría de sopetón y por el mismo medio a la provincia de Santo Domingo, digna de mejores gestiones públicas y no de que la conviertan en doble cantera de empleos, de investiduras para afanes de principalía y de capítulos de gastos.
El país que es campeón latinoamericano en el crecimiento burocrático con evidentes lagunas contrarias a la eficiencia, le queda corto en tierra firme a la inventiva de las ambiciosas cohortes partidarias.
Esas que tanto tienden a atomizar la República con micro jurisdicciones administrativas sin previo estudio de factibilidad y sin responder a un plan maestro respetuoso del sentido de pertenencia que desarrollan pobladores y de las estrategias de Estado para la prestación de servicios públicos y aplicación de políticas de desarrollo homogéneo.
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La iniciativa de crear más fronteras interiores obligaría a hacer más nutridas las diputaciones ya excesivas en un sistema parlamentario que destaca como uno de los más costosos del mundo, haciendo más extensa aun la red de gobernaciones civiles dotadas por lo regular de séquitos ampulosos solo para ejercer una representación casi simbólica del Poder Ejecutivo que en realidad dispone de instituciones tradicionales de específicos servicios de salud, educación, agua potable y electricidad. Lo demás sale sobrando y pone a cargar más pesado a una nación súper endeudada.