Con gran pesar y dolor han aumentado el número de personas desaparecidas; los hay niños, adolescentes, adultos, y adultos mayores. Hay desaparecidos por meses y por años. Las familias que han vivido la agonía y el sufrimiento de tener que deambular en la búsqueda recurrente, sin tener noticia o esperanza de volver a encontrarse con sus seres queridos.
Ese tormento lo viven padres, hermanos, abuelos, tíos y vecinos. Es una angustia doble, el no saber dónde ni en qué condición se encuentra el desaparecido, y, a la vez, no poder cerrar el duelo ni aceptar la resignación frente a la pérdida.
Los familiares de los desaparecidos viven sensaciones emocionales impactantes: ira, rabia, dolor, tristeza, impotencia, angustia, ansiedad, depresión, desesperanza y sufrimiento. La otra agonía que viven es tener que acudir a presentar la información de la desaparición a la Policía Nacional; se quejan los familiares de la falta de empatía, comprensión y de apoyo de parte los investigadores policiales que, a veces por el tipo de investigación, preguntas, dudas y frialdad, los revictimizan, los maltratan emocionalmente; peor aún, es un ambiente no adecuado, que no se presta para la ayuda emocional, la solidaridad y el altruismo que necesitan los familiares de los desparecidos.
De ahí propongo una unidad de apoyo y acompañamiento dentro de la policía que, después de recibir la denuncia, puedan acompañar a los familiares a expresar su dolor, su angustia y sufrimiento. Deben ser policías con sensibilidad, capacidad de escuchar, acompañar, sin juzgar y sin culpabilizar. Los agentes deben de recibir la sensibilización o referir al departamento de psicología y psiquiatría de la institución; Para trabajar la parte psicoemocional de los familiares con desaparecidos.
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Por otro lado, se debe hacer estudios, perfiles de las personas desaparecidas, que sirvan para hacer prevención futura, localización inmediata, o por el tipo de condición y lugar, establecer la búsqueda y rescate a tiempo de los desaparecidos, así como involucrar más agentes, con mejores equipos y mayor logística y recursos. Pero también, implementar equipos, multidisciplinarios e intersectorial con las demás instituciones del Estado que puedan comprometerse con los desaparecidos: bomberos, defensa civil, ministerio público, derechos ciudadanos, etc.
Toda familia que ha perdido una persona en condición de desaparecido, necesita la ayuda, el acompañamiento, la asistencia en la salud mental; debido a que presentan duelos, estrés postraumático, culpa, y otras experiencias y emociones que deben ser tratadas.
En los países que tienen mayor número de desaparecidos, existen unidades de apoyo y de asistencias, casas de acogidas, terapias de grupos y acompañamiento a los familiares que viven la terrible experiencia de la desaparición.
En la medida que una sociedad crece, se desarrolla y tiene mayor movilidad, las personas presentan mayores riesgos psicosociales, mayor vulnerabilidad en diferentes circunstancias.
El Estado, las instituciones, iglesia y servicios de salud mental, deben integrarse en la creación de unidades de soporte y acompañamiento psicoemocional, con tratamiento y respuestas asertivas.
Las sociedades, familias y personas que viven en situaciones de mayor riesgo psicosocial, lamentablemente, a veces toman decisiones que les perjudica a ellos y familiares. A otros los desaparece la violencia social y estructural de las sociedades con alto riesgo psicosocial.
Sin embargo, en cada desaparición, deben los familiares recibir el apoyo, el acompañamiento con respeto y dignidad en el trato humano.