Literalmente, nos encontramos ante una cultura de violencia en nuestro país. En tan solo tres días nueve personas han perdido la vida producto de la violencia intrafamiliar: pareja, hermanos, hijos y cuñados, han decidido quitarle la vida a un familiar primario que vivía dentro de la casa. Ante esos hechos, la sociedad no logra comprender, asimilar o explicarse las causas y razones que lleva a un hijo asesinar a su padre, un hermano o un esposo asesina de forma extremadamente violenta y cruel contra su pareja.
La cultura de violencia demuestra como las personas dentro de la dinámica familiar, interpersonal y grupal, no saben o no aprenden a manejar sus conflictos o diferencia de forma asertiva, sana y pacífica. Más bien, han aumentado los conflictos en las parejas, entre padres e hijos, entre amigos y vecinos, dado al aumento de los estresores psicosociales laborales e interpersonales.
Las personas que resuelven sus conflictos, adversidades y desavenencias a través de la violencia, poseen un cerebro o sistema de creencias distorsionado y limitante que les lleva a personalizar las diferencias, a percibirlas a través de actitudes emocionales negativas: ira, rabia, enojo, resentimiento, venganza, odio, remordimiento, envidia, celos, culpa o intolerancia, respondiendo ante todo esto con violencia, agresividad o deseo de dañar a las demás personas.
En la cultura de violencia, la persona tiene un cerebro dañado, donde sus pensamientos y emociones están desorganizados, perturbados y condicionado para la confrontación, el conflicto, los maltratos y la violencia como comportamiento social. Un cerebro sano y reflexivo ante el conflicto y adversidades, responde de forma sana o preventiva, evita o pospone los conflictos, los resuelve dialogando, consensuando o poniendo limites o estableciendo distancia emocional, pero nunca con violencia ni con maltratos.
En las últimas semanas, han aumentado los conflictos en familias, parejas, amigos y grupos sociales; los homicidios, feminicidios y violencia social, pudieron haberse evitado, prevenido y solucionarlos a través de la cultura de los buenos tratos: “Quien dice que me quiere, no me daña”, nunca practica el sufrimiento, el dolor, el acoso, las humillaciones y los maltratos contra su pareja, su familia, sus amigos o vecinos.
En la violencia social, las personas están condicionadas para responder a través de la agresión, ya sea utilizando armas de fuego, armas blancas y todo tipo de objeto para someter o controlar o quitarle la vida a quien debió de cuidar y proteger.
Todo esto habla de problemas con el apego, el vínculo, la crianza, la pobre educación, la intolerancia, los prejuicios, el machismo, el autoritarismo y la posesión de la otra persona como un objeto de su propiedad.
Hoy nos encontramos en una cultura de violencia, la hemos normalizado y la estamos construyendo en todos los espacios sociales: familia, pareja, vecinos, encuentros grupales, relaciones interpersonales. Las personas violentas y agresivas poseen un cerebro dañado o de venganza, donde pierde la capacidad para mediar conflictos.
Las tolerantes, pacíficas y que no dañan, poseen un cerebro humanizado, reflexivo, enfocado hacia la convivencia, la tolerancia, el amor, la paz y la felicidad; también para unir y socializar la vida vía emociones y actitudes positivas.
Hay que hacer campañas de prevención, diagnóstico temprano, de resolución pacífica de conflictos, de mediación, de buenos tratos, de armonía y de paz, entre familias, parejas y sociedad.