Urgente: resolución pacífica de conflictos

Urgente: resolución pacífica de conflictos

José Miguel Gómez

Literalmente, nos encontramos ante una cultura de violencia en nuestro país. En tan solo tres días nueve personas han perdido la vida producto de la violencia intrafamiliar: pareja, hermanos, hijos y cuñados, han decidido quitarle la vida a un familiar primario que vivía dentro de la casa. Ante esos hechos, la sociedad no logra comprender, asimilar o explicarse las causas y razones que lleva a un hijo asesinar a su padre, un hermano o un esposo asesina de forma extremadamente violenta y cruel contra su pareja.

La cultura de violencia demuestra como las personas dentro de la dinámica familiar, interpersonal y grupal, no saben o no aprenden a manejar sus conflictos o diferencia de forma asertiva, sana y pacífica. Más bien, han aumentado los conflictos en las parejas, entre padres e hijos, entre amigos y vecinos, dado al aumento de los estresores psicosociales laborales e interpersonales.

Las personas que resuelven sus conflictos, adversidades y desavenencias a través de la violencia, poseen un cerebro o sistema de creencias distorsionado y limitante que les lleva a personalizar las diferencias, a percibirlas a través de actitudes emocionales negativas: ira, rabia, enojo, resentimiento, venganza, odio, remordimiento, envidia, celos, culpa o intolerancia, respondiendo ante todo esto con violencia, agresividad o deseo de dañar a las demás personas.

En la cultura de violencia, la persona tiene un cerebro dañado, donde sus pensamientos y emociones están desorganizados, perturbados y condicionado para la confrontación, el conflicto, los maltratos y la violencia como comportamiento social. Un cerebro sano y reflexivo ante el conflicto y adversidades, responde de forma sana o preventiva, evita o pospone los conflictos, los resuelve dialogando, consensuando o poniendo limites o estableciendo distancia emocional, pero nunca con violencia ni con maltratos.

En las últimas semanas, han aumentado los conflictos en familias, parejas, amigos y grupos sociales; los homicidios, feminicidios y violencia social, pudieron haberse evitado, prevenido y solucionarlos a través de la cultura de los buenos tratos: “Quien dice que me quiere, no me daña”, nunca practica el sufrimiento, el dolor, el acoso, las humillaciones y los maltratos contra su pareja, su familia, sus amigos o vecinos.

En la violencia social, las personas están condicionadas para responder a través de la agresión, ya sea utilizando armas de fuego, armas blancas y todo tipo de objeto para someter o controlar o quitarle la vida a quien debió de cuidar y proteger.

Todo esto habla de problemas con el apego, el vínculo, la crianza, la pobre educación, la intolerancia, los prejuicios, el machismo, el autoritarismo y la posesión de la otra persona como un objeto de su propiedad.

Hoy nos encontramos en una cultura de violencia, la hemos normalizado y la estamos construyendo en todos los espacios sociales: familia, pareja, vecinos, encuentros grupales, relaciones interpersonales. Las personas violentas y agresivas poseen un cerebro dañado o de venganza, donde pierde la capacidad para mediar conflictos.

Las tolerantes, pacíficas y que no dañan, poseen un cerebro humanizado, reflexivo, enfocado hacia la convivencia, la tolerancia, el amor, la paz y la felicidad; también para unir y socializar la vida vía emociones y actitudes positivas.

Hay que hacer campañas de prevención, diagnóstico temprano, de resolución pacífica de conflictos, de mediación, de buenos tratos, de armonía y de paz, entre familias, parejas y sociedad.

Más leídas