Pretender que los procesos de deportación definen las líneas migratorias del Estado dominicano respecto de nuestros vecinos, representa una concepción incompleta. Los flujos masivos, independientemente del estatus, también incorporan realidades como remesas, inversión y aspectos de carácter sanitario, de vital importancia.
Haití es el segundo socio comercial. Aunque el carácter de este intercambio parece esquematizado por normas obsoletas y no del todo transparentes, hace un buen tiempo que capitales haitianos llegan al país, distantes del prototipo de ciudadanos relacionados con la clásica mano de obra barata.
La inobservancia de la raíz de capitales establecidos en el país acaban de ser definidos por el Gobierno canadiense, asociándolos al financiamiento de bandas criminales. Es decir, una montaña de recursos dedicados al incentivo de actos reñidos por la ley que estimulan el caos existente, con una enorme capacidad de pasar desapercibidos bajo la cobertura de representar interés dedicas a apoyar el desarrollo económico.
Pasar por alto las otras características de nuestra relación institucional con Haití, presumiendo equivocadamente que lo esencial consiste en asumir con responsabilidad el tema de las deportaciones, deja abierta las compuertas en áreas que, para ser objetivos, debemos examinar con bastante rigurosidad.
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Ignorar los actores y/o responsables de capitales bien posicionados en el país, básicamente en el área de los combustibles, y no poner la debida atención a las sanciones provenientes de países amigos, podría allanar el camino de escenarios incómodos en el ámbito diplomático. Y así de sencillo, podríamos pasar de etiquetas discriminatorias a la de paraíso de inversiones tintadas de sangre.
La mirada debe ser integral, y la incorporación de aspectos muy rentables no puede pasar por el radar sin que la rigurosidad y juicio sereno habiliten los espacios de un entendimiento y respeto, sin renunciar a las disparidades históricas. Duros en las deportaciones pero irónicamente tolerantes con capitales y alegres en el negocio de los visados y las riquezas generadas, retrata un doble estándar.
La clase política criolla se pasa de lista al elaborar posturas que nunca abordan las cuantías de visas, sus dividendos y los beneficiados. Aquí todos sabemos que una de las múltiples maneras que tienen los gobernantes de llenarle los bolsillos a sus preferidos es designándolo en uno de los consulados en Haití. Por eso, la elaboración de una agenda responsable demanda del establecimiento de cuotas topes, en la intención de coherencia y hacer honesta, una relación institucional que debe asumirse desde una perspectiva responsable.