Antes de 1948, Mahatma Gandhi, el líder pacifista hindú, quien tenía una percepción realista del peligro de morir violentamente, aportó la siguiente reflexión sobre la naturaleza del asesinato político, la cual marca la entrada de nuestra opinión acerca de la muerte del disidente ruso Alexei Navalny:
“Es fácil disparar, lanzar una bomba contra un hombre en la oscuridad, pero es difícil ponerse frente a frente de día y desafiarlo. Uno puede estar dispuesto a usar secretamente la violencia contra un hombre que tiene poder, pero acobardarse en su presencia. La violencia puede exigir cierto valor físico, pero no tiene valor moral. Y puede implicar que uno puede temer a su adversario, pero no a la muerte misma. Para mí la no violencia, en cambio, requiere mucho más valor que el manejo de la espada”.
Navalny, 47 años, pagó con la vida su resistencia a la opresión rusa, que caracteriza al régimen autoritario de Vladimir Putin, un político formado en el espionaje de la tenebrosa KGB, cuya jefatura ostentaba en la Alemania comunista cuando cayó el infame Muro de Berlín en 1989.
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Navalny ha muerto encarcelado, en estado de total indefensión, sin posibilidad de defenderse, cumplía condena de 19 años por acusaciones consideradas políticamente prefabricadas. Biden acusó: “Putin es responsable de la muerte de Navalny”.
Desde el poder en el Kremlin, a partir del 2000, Putin reproduce el inhumano patrón de físicamente desaparecer políticos disidentes de su dictadura violadora del derecho a la vida.
En un acto de crueldad, Putin ha dispuesto que el cadáver de Navalny no será entregado a su familia hasta tanto se realice una supuesta segunda autopsia, como si tratara de ocultar las evidencias que rodean el casi seguro asesinato del líder opositor, quien fue envenenado con el gas nervioso Novichok antes de regresar a Moscú en 2020, procedente de Alemania.
Putin no respeta el derecho internacional ni a los Estados vecinos, la invasión a Georgia y ahora a Ucrania lo demuestran. La muerte de Navalny aumenta la lista de disidentes eliminados: Yevgeny Prigozhin, líder del grupo Wagner, en 2023; Vladimir Golovliov, baleado en 2002 en Moscú; el diputado liberal Serguei Yuschenkov; en 2006 la periodista Anna Politkovskaya, en 2015 el exviceprimer ministro Boris Nemtsov, asesinado cerca del despacho de Putin, más otros oligarcas rusos, seis políticos, periodistas y activistas de derechos humanos.
¿Pagará Putin por todo esto, como ha prometido la esposa de Navalny?