«Las mujeres son la mejor parte de la nación. Son espléndidas, infatigables, trabajadoras, frente a todas las contrariedades con que un mal gobierno ensombrece su existencia, las mujeres de Haití recuerdan a unos de esos pacientes tipos de hormigas o termites, que tan pronto como se les destruye su obra de meses o días, se apresuran a repararla con indeclinable energía.»
Sir Harry Johnston. 1910.
«Las autoridades pueden quemar la casa de alguien, asesinar una familia, masacrar a una comunidad, aniquilar a toda una nación, pero lo que no pueden es tocar la historia, los conocimientos, los sentimientos, los principios y los hábitos de una persona, de una comunidad, de una nación».
Jean Casimir: Haití Acuérdate de 1804
El domingo pasado (2011) después de escribir y mandar la historia de vida me quedé pensando en el pueblo haitiano, imprimí un blog de literatura haitiana llamado Potomitan con un ensayo muy interesante y revelador sobre la poesía femenina de Haití escrito por Saint-John Kauss y un blog de un haitiano que no he descubierto su nombre pero que revela la historia de la auténtica joven que inspiró a Oswald Durand, su poema «Chocuoune», lo que pasó con su vida y su trágico final.
Entre la historia reparadora de los dos haitianos sobre su cultura y el tratamiento dado a sus mujeres ya fueran de clase alta, media o pobre me causó una honda impresión a tal punto que no sé porque recordé a Michelle Pierre Louis y un relato de Onetti sobre una traducción de Borges de «Palmeras salvajes» donde las mujeres queden resumidas a un denigratorio «Women shit».
«Recuerdo que en la traducción firmada por Borges de «Palmeras salvajes», en la parte «El viejo”, se lee al final que el penado alto, luego de escuchar las peripecias que el Mississippi le impuso a su compañero de prisión, resumió su opinión en una sola palabra: mujeres. Muchas veces, cuando me cuentan alguno de los pequeños disturbios aldeanos provocados por una dulce señora o señorita, me he limitado a comentar la anécdota o chisme repitiendo: «mujeres, dijo el penado alto» pero hoy al documentarme muy severamente para escribir este artículo, descubro que la totalidad del penado alto fue: -Women shit. – Con perdón de Borges».
El artículo en cuestión titulado «Acerca de William Faulkner» fue escrito por Juan Carlos Onetti y publicado en «Marcha» en 1991. Un dato extraordinario es que esa traducción no fue hecha por Borges sino por su madre.
Leonor Acevedo Aslan de Borges, hija de una inglesa que se casó con un militar argentino comandante en el desierto de los fortines y convivió con indios, tolderías y cautivas. Incluida esa inglesa que aparece en un relato de Borges sobre una inglesa que olvidó la lengua materna, y que al encontrar a la abuela de Borges se pone a beber la sangre de una oveja sacrificada como desafío ante la civilización.
Y me dije ¡qué destino el nuestro! No importa donde una mire. Si en el sur, si en el Caribe, no importa la época puede ser 1816, 1910, 1860, 1941, o los setenta puede tratarse de negros en una isla del Caribe o de inglesas en unas tolderías al sur, las mujeres son denigradas, ofendidas, abandonadas.
Me debatí entre una frase esclarecedora de James G. Leyburn que dice así: «La Constitución de Petión de 1816, contenía una obra maestra de ilusoria generosidad al declarar que debía haber «sufragio universal»-con excepción de las mujeres, los criminales, los idiotas y los domésticos»- por medio de boleta».
Las mujeres haitianas comparten el mismo nivel que los criminales, los idiotas y los domésticos y por tanto no pueden votar.
Sin embargo en 1910, Sir Harry Johnston al observar al pueblo haitiano manifestó: «Las mujeres son la mejor parte de la nación. Son esplendidas, infatigables, trabajadoras, frente a todas las contrariedades con que un mal gobierno ensombrece su existencia.
James G. Leybrum El pueblo haitiano pág. 270
Sin ir más lejos recordé a Michelle Pierre Louis que ocupó el cargo de Primer Ministro de Haití entre el 5 de septiembre de 2008 y el 30 de octubre de 2009, durante el gobierno de René Preval fecha en que fue destituida de su cargo por una mayoría del Senado que le criticó a su gobierno «una situación grave de inseguridad y una realidad dramática de hambruna».
Fue la segunda mujer en ocupar ese cargo, la primera fue Claudette Werleigh. Fue reemplazada por Jean Max Bellerive y creo que lo más importante de su destitución es la manera injuriosa, insidiosa y la acusación de tener preferencias sexuales lésbicas a la que apelaron los señores del senado, machistas al fin para defenestrarla.
En el blog que relata el origen de la canción Chocuone su autor escribe del pueblo haitiano (…) «La mayor contribución de todos es la intelectual. Y narra la verdadera historia de Chocuone.
Su verdadero nombre era Marie Noel Belizaire y nació en la aldea de La-Plaine-du-Nord en el año 1853. Se desconocen el origen de sus padres, tenía dos hermanas, y ella era sorprendente hermosa y le dieron el apodo de Choucoune. De piel oscura, y pelo largo y liso encarnaba la definición del tipo «marabú», de uso común en la lengua vernácula de Haití.
Antes de terminar la escuela primaria ella se enamoró de un joven, llamado Pierre Theodore. Iniciaron un romance, fundaron una familia hasta que ella lo dejó por infiel.
Entonces Choucune salió de la aldea y se mudó a Cabo Haitiano. Dicen que vivía en la calle de Simón, en el barrio de Pequeña Guinea y que instaló un pequeño restaurante cerca de la Capilla de San José. Uno de sus clientes fue Oswald Durand, el famoso poeta trece años mayor que ella. Se inició una relación romántica, felíz y corta, porque era un conocido mujeriego, con frecuencia se lo describió como «el jardinero que riega las flores». Choucoune lo dejó por un francés que la abandonó, ella empezó a decaer volvió a su aldea, debió mendigar para sobrevivir y terminó demente. Murió en 1924.
Lo que llama poderosamente la atención es la vida paralela de las escritoras. (…) La escritora haitiana, resuelve abandonarlo todo con el único propósito de consagrarse a su matrimonio y a la familia. Las más recalcitrantes, como las poetas Virginia Sampeur e Ida Faubert, las novelistas Marie Chauvet y Nadine Magloire, acaban encontrándose solas, abandonadas, condenadas a escribir durante mucho tiempo o a convertirse en damas de «sociedad».
Es muy interesante el capítulo que habla de la poesía en el periódo 1860-1859 porque cita precisamente a la primera esposa de Durand.
(…) Una sola escapó al mutismo femenino desde la colonia. Citamos a Virginia Sampeur (1839-1919), primera esposa de Oswald Durand (1840-1906), el bohemio. El abandono de Durand permitió a la literatura haitiana que ganaran sus letras gracias a un conmovedor y doloroso poema publicado por la poeta titulado «La abandonada”
«Virginia Sampeur tiene el mérito de haber abierto las vías a la poesía femenina escrita de Haití.
Su amor por Durand, ese «conquistador de damas», hace, a pesar de ella misma, el elogio de la masculinidad en un país en el que ya de por sí el varón aprovecha cada momento que le concede la hembra amada. Virginia Sampeur no publicó ningún poemario, sino sólo unos cuantos poemas en las revistas y periódicos de la época, y algunos relatos divulgados en folletines».
Santo Domingo, 29 de agosto 2021-08-29