El cine dominicano tiende a llenar las salas con el género de la comedia. De hecho, históricamente es más conocido por sus comedias que por sus dramas, quizás debido a una serie de factores culturales, económicos e históricos que han influido en la industria cinematográfica del país. La cultura dominicana tiene una rica tradición de humor que se refleja en la vida cotidiana, la música, el teatro y otras formas de expresión artística. La risa y el humor son vistos como mecanismos para lidiar con las dificultades de la vida diaria. Las comedias suelen ser más accesibles y atractivas para un público diverso, lo que las convierte en una apuesta más segura para los productores que buscan asegurar un retorno de la inversión. Sin embargo, el cine dominicano comenzó a diversificarse con la aparición de más dramas, thrillers y películas de otros géneros. Cineastas como Agliberto Meléndez (Un pasaje de Ida), Ángel Muñiz, José María Cabral y Leticia Tonos, entre otros, han contribuido a esta evolución, explorando temas más serios y ofreciendo al público dominicano una gama más amplia de opciones cinematográficas.
En este contexto de cambio, emerge «A Dios Que Me Perdone» (2017) película dramática escrita y dirigida por Ángel Muñiz. La película fue la primera en ser estrenada por televisión a través de Color Visión.
Luego, fue distribuida a través de YouTube, una decisión que refleja la visión innovadora de Muñiz. Al elegir esta plataforma, el director buscaba democratizar el acceso a la obra, permitiendo que un público más amplio pudiera verla sin las limitaciones de las distribuidoras tradicionales. El film aborda la cruda realidad de la pobreza en los barrios dominicanos, siguiendo la desesperada lucha de una familia para costear el tratamiento médico de una madre con cáncer. El protagonista, Toribio, se enfrenta a un sistema de salud y policial corrupto y a las tentaciones del bajo mundo, viéndose obligado a tomar decisiones difíciles que lo empujan hacia un abismo moral. Muñiz maneja el tema sin medias tintas, no busca mostrar que en el fondo todos tenemos algo bueno que mostrar, sino que se va a los extremos de lo que hay de cada lado de la moneda. Directamente y al desnudo nos plantea la desesperación de los que no tienen como sobrevivir y la extrema desigualdad provocada por los abusadores y corruptos.
Ángel Muñiz nos muestra un estilo de dirección realista, centrado en sumergir al espectador en la vida cotidiana de los personajes. Utiliza la cámara como un instrumento para capturar la tensión y la desesperación de los protagonistas, sin glorificar el sufrimiento. Su habilidad para equilibrar la narrativa visual con el desarrollo de los personajes es uno de los aspectos más destacados de la película. Su enfoque detallado asegura que cada elemento de la película contribuya a la narrativa general, creando una obra coherente y bien estructurada. Además, su capacidad para trabajar de cerca con los actores permite que las actuaciones fluyan de manera natural, dando espacio para la improvisación cuando es necesario, lo que añade autenticidad a las escenas.
La narrativa profunda del guión, escrito por Ángel Muñiz, explora temas universales como la pobreza, el abuso, la injusticia social, la fe… El conflicto interno de Toribio es el eje central de la trama, y su lucha refleja las realidades de muchos que enfrentan circunstancias extremas en un sistema que parece diseñado para fallarles. El diálogo es natural y auténtico, capturando la esencia de los personajes y su entorno. El director presenta una narrativa que desafía al espectador a cuestionar sus propias creencias y juicios. Las decisiones narrativas, como el uso de “flashbacks” y la perspectiva centrada en Toribio y los efectos de los hechos sobre su hija, añaden profundidad a la historia, permitiendo al público conectar de manera más profunda con los dilemas morales del protagonista.
En el equipo, la producción estuvo a cargo de Tatiana Calcaño, la fotografía de Peyi Guzmán, la Música de Pin Bencosme, el sonido de Jonas Rodríguez, el maquillaje de Warden Brea, el vestuario de Dolores Catedral y los efectos especiales de Lone Coconut. El elenco de la película está compuesto por algunos de los talentos más destacados del cine dominicano. Johnnie Sosa, en el papel de Toribio, ofrece una interpretación poderosa que transmite una amplia gama de emociones, desde la desesperación hasta la determinación, permitiendo al espectador sentir de manera visceral el conflicto interno del personaje.
Jean Jean, en el rol de Francisco Viau, supera con éxito el desafío de un papel complejo, logrando evitar la sobre-actuación y convirtiendo a su personaje en uno de los más memorables de la película, a pesar de no ser el protagonista, ya que guía la narración de manera efectiva. Akhuarella Mercedes destaca en su papel de María, mientras que Pepe Sierra encarna al oficial Zacarías, Miguel Ángel Martínez es Antonio Campus, y Clara Luz Lozano interpreta a Claudia, entre otros. Cada actor aporta una dimensión adicional a la narrativa principal con sus respectivos arcos emocionales, y la química entre ellos es palpable, lo que refuerza la autenticidad de las relaciones representadas en pantalla.
La cinematografía de «A Dios Que Me Perdone» es uno de los elementos más destacados de la película. Se utiliza una paleta de colores con tonos oscuros que reflejan la dureza del entorno y el estado emocional de los personajes. Los ángulos de cámara contribuyen a crear una sensación de claustrofobia y desesperanza, mientras que los planos cerrados capturan la vulnerabilidad y el conflicto interno de los personajes. Por otro lado, el uso de la luz es particularmente significativo, no solo ilumina las escenas, sino que también actúa como un factor expresivo que realza la atmósfera y el estado de ánimo de la película. La iluminación suave permite ver detalles en las sombras, mientras que la iluminación dura destaca la forma y el contorno de los personajes, añadiendo una capa adicional de significado visual.
El diseño sonoro de «A Dios Que Me Perdone» es minimalista, pero efectivo. Se integra perfectamente con los sonidos ambientales de las calles dominicanas, creando un telón de fondo que nunca distrae de la narrativa. Los sonidos cotidianos, como el ruido de la calle o las conversaciones en segundo plano, se utilizan para construir el mundo en el que habitan los personajes, añadiendo realismo a la película. El uso del silencio en escenas clave es otro aspecto notable del diseño sonoro. Estos momentos de silencio permiten que el espectador sienta el peso de las decisiones del protagonista, creando una tensión palpable que realza la experiencia emocional de la película. Cuando la música se usa, refuerza emocionalmente las escenas sin volverse invasiva.
«A Dios Que Me Perdone» es más que una simple película; es una reflexión sobre la familia, la justicia, la moralidad y la fe, pero sobre todo de la sociedad que oprime. El subtexto de la película es rico en comentarios sociales, explorando cómo las circunstancias socioeconómicas y culturales pueden moldear las decisiones de una persona. A través de la historia de Toribio, se nos invita a cuestionar el concepto de justicia en un mundo que a menudo es abusivo, y a considerar cómo las personas pueden ser llevadas a cometer actos impensables cuando se enfrentan a circunstancias extremas. Esta película marca un avance en el cine dominicano en el que Ángel Muñiz muestra una historia relevante, emocionalmente resonante y culturalmente significativa. «A Dios Que Me Perdone» es una pieza poderosa e importante en la filmografía dominicana. Su impacto va más allá del simple entretenimiento, ofreciendo una crítica social que invita a la reflexión y al debate. Invito a los amantes del cine a ver la película de manera gratuita en YouTube:
https://youtu.be/w3F21uP6gzA?si=p1ESsedeI7cu6r8a