Creo no equivocarme cuando asevero que nunca en los tiempos que tenemos de democracia había visto un Presidente de la República que tuviera un ritmo de inauguraciones, re-modelaciones y puesta en servicios con mayor frecuencia y ahínco, que los que lleva a cabo actualmente el presidente Fernández en el ocaso de su mandato que expira el próximo 16 de agosto.
Debemos admitir que ha sido una constante de los presidentes de la República, después de la desaparición del dictador Trujillo, el proceder a cortar una cinta simbólica en la puesta en servicio de alguna infraestructura o un bien para favorecer a la ciudadanía. Sin embargo, se tenía como premisa que lo inaugurado debería ser algo, sino grandioso, al menos no insignificante con cierto valor que ameritase que un jefe de Estado se pudiera vanagloriar de lo que pone en servicio a favor de la ciudadanía.
Últimamente, el presidente Fernández, en su afán de no dejar nada de lo que comenzó a construir o prometer, ha procedido con pompa y prensa a poner en operación también, con vana solemnidad, obras, edificios y servicios que no ameritan el dispendio en recursos económicos, ni tampoco el desplazamiento de funcionarios y paniaguados que solícitos reciben un pedazo de la cinta que acaba de cortar el mandatario. Parecería que el próximo gobernante pertenece a otro partido político que no es el suyo.
Cuando el mandato del presidente Balaguer estaba a punto de expirar, recordamos que la autopista Duarte, que en ese momento se encontraba en un 90% de su construcción y que no sería terminada antes de la expiración de su término, el entonces Secretario de Estado de Obras Públicas y Comunicaciones, el ingeniero Eduardo Estrella, le sugirió inaugurar la misma. El doctor Balaguer le recriminó que él no se prestaría a semejante engaño. Actualmente, por el contrario el presidente Fernández se adelantó en inaugurar el Merca Santo Domingo, obra a la cual le faltan muchos complementos, siendo el principal que ni siquiera tiene habilitado el puente que cruza la autopista Duarte y que necesariamente deben utilizar los vehículos para penetrar cuando vengan de la zona del Cibao. De igual modo, también se dispone antes del 16 de agosto, a la inauguración de la Autopista del Coral, obra que su actual ministro de Obras Públicas, el funesto Díaz Rúa, ha impartido órdenes directas para que se trabaje en turnos de 24 horas, lo cual encarecerá enormemente el costo final de la autopista, ya que las horas extras nocturnas y de las madrugadas tienen un precio exorbitante..
¿Se ha cuantificado el costo de estas inauguraciones? Para sorpresa de nuestros lectores, hubo inauguraciones que por su escaso valor e insignificancia, se incurrieron en mayores gastos en la comitiva presidencial que incluía helicópteros, jeepetas, ambulancias y militares del Cuerpo de Ayudantes. Por supuesto, no se contabiliza el traslado de los grupos que corean consignas, favorables al dignatario, como son los denominados pica pica y las piropeadoras, las cuales por este valioso servicio solicitan que el señor Presidente les asigne una vivienda.
Hay reinauguraciones que motivan a risa. Caso del edificio general de las Aduanas, que ya tenía años en servicio. Pero era necesario hacer un acto de recordación para que las futuras generaciones tuvieran consciencia de este gran acontecimiento. Con esto, el ya inflado ego del señor Presidente se elevará al paroxismo.
Sería deseable establecer si este tipo de despilfarro que constituyen las inauguraciones de cosas triviales, como fue la escuelita cuyo costo era menor que el de un vehículo de la comitiva, no constituyen actos de corrupción, sobre todo, cuando la mayoría de los países, especialmente en Europa, sus autoridades han limitado el uso de los recursos del Estado solo para cosas reproductivas y creadoras de empleo; al extremo, que en España hasta el Rey Juan Carlos y sus familiares han solicitado que se les rebaje los emolumentos que reciben del gobierno español. Si en Europa, con una civilización milenaria se están apretando los cinturones, nosotros deberíamos poner en práctica el sabio refrán que expresa: Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas en remojo.