La joven y promisora dirigente política (PRM) Faride Raful, en visita, 11 de este mes, al director de La Información, sociólogo Emmnuel Castillo, que delinea en sus edioriales un proyecto de nación esplendente contrario al deprimente hoy, externó su justificada preocupación en lo que concibe amenaza y secuestro del irregular ejercicio democrático, causa de la referencia de subdesarrollo y traumas sociales profundos que padecemos ancestralmente los dominicanos.
Ejercicio irregular democrático interrumpido por los entorchados y creídos y engreídos providenciales, empezando por el nefasto primer espadón de nuestras desgracias patrias, “general” Pedro Santana, apóstata del balbuciente Estado proclamado en la Puerta del Conde, seguido por la tropilla miserable de Buenaventura Báez, el más empecinado alguacil en funciones de vendutero público de la patria visionada por Los Trinitarios.
Tropilla nutrida por los tiranuelos Ulises Heureaux, el terrible Lilís de los “fusilamientos provisionales hasta que se averigüe el caso”, y Rafael Leónidas Trujillo, abatidos ambos por el plomo magnicida, y monseñor Fernando Arturo de Meriño, con la múcura abominable del Decreto de San Fernando, esperpento mefistofélico gestado por su ministro del Interior, Hilarión Lebel, el mismísimo Lilís que disponía de la vida a quien se detectara portando armas de fuego, prótesis justificativo del desarme y el continuismo.
Adalides brumosos y tortuosos que signaron el destino nacional usando al Estado de condón, justificando el continuismo por ser ilógico “cambiar de montura en el vado de un río”, un vado 22 años del providencial de Navarrete, doce del muchachito de Villa Juana y Manhattan, y hasta ahora ocho del campesino agraz de Arroyo Cano.
Todos usaron las arcas del Estado más que para estructurar y desarrollar un país mejor, donde la juventud rechace una visa para migrar, para pervertir conciencias hueras, y estructurar el continuismo lastrante y peligroso.