La Patria en la Canción

La Patria en la Canción

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Nunca he sido de las personas que sostienen y se acomodan bajo la idea de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”
Sin embargo, ahora que la Universidad Autónoma de Santo Domingo inicia su enésima huelga de profesores, recuerdo cuando los docentes eran simples maestros.
La educación oficial, la educación básica, hasta el octavo curso, tenía propósitos muy claros. Aparte de leer, escribir, conocer las importantísimas cuatro reglas de las matemáticas y los fundamentos de la gramática, el alumno tenía en el aula un conductor, un ejemplo, un verdadero maestro que no solo conocía la materia que impartía, sino que se dedicaba a cada alumno para que aprovechara al máximo la enseñanza impartida.
Además, al niño se le introducía en los fundamentos elementales de la teoría musical, de las artes manuales, ebanistería, tornería, carpintería, vaciado en yeso, pintura, con lo que se le abría un abanico de posibilidades sobre su futuro.
La condición de los niños era cultivada con profesores de educación física que enseñaban ejercicios desde los más elementales hasta salto largo, con pértiga, sin pértiga, carreras de velocidad y de resistencia, béisbol, volibol, basquetbol.
Era un programa que se ocupaba de la introducción a la enseñanza de materias fundamentales para vivir, así como de la formación cívica y patriótica de los niños.
Aquel formidable conjunto de poemas patrióticos de Ramón Emilio Jiménez, muchos de los cuales fueron musicalizados por excelentes compositores, enseñó, con “La Patria en la Canción”, título de la obra, los nombres y la cantidad de las frutas y frutos del país, los nombres y las funciones de las aves que desaparecen día tras día debido a la fumigación aérea y las pocas sobrevivientes son víctimas de desaprensivos e ignorantes.
Los poemas, de Ramón Emilio Jiménez, por supuesto, cantaban a la Patria, a sus gestas, a los grandes hombres cuyas vidas deben ser enseñadas y aprendidas para que seamos capaces de imitarlos y enfrentar los constantes ataques a nuestra nacionalidad. El himno a la Bandera, aquel, que concluye con los versos que rezan “flotarás con el alma de Duarte, vivirás con el alma de Dios”.
Mi generación, que hizo frente a los norteamericanos en 1965, es fruto de la enseñanza patriótica de la escuela del tiempo del tirano Trujillo. Esa visión de la Patria fue la que enseñó a varias generaciones algo que había dicho Martí: “el amor madre, a la Patria, es el odio al extranjero que la oprime”.
A ello hay que sumarle, ahora, que la Unesco decretó el epitafio del merengue declarándolo patrimonio de la humanidad, entonces los ayuntamientos mantenían escuelas de música que eran atendidas por los mejores maestros.
No digo que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero la filosofía de la enseñanza nacional hay que revisarla a fondo y en serio.

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