Julie Verhage
Ni se le ocurra a usted comparar los problemas actuales del área de energía con la crisis de la deuda de alto riesgo.
Ese es el mensaje de analistas de crédito de Gold- man Sachs Group Inc.
Según el equipo de Gold- man, dirigido por Charles Himmelberg, director de estrategia de global, hay cuatro razones fundamentales por las cuales el parecido entre el colapso inmobiliario de 2007 y el reciente colapso en los precios del petróleo no llega muy lejos.
En primer lugar, la cantidad de deuda pendiente no es ni remotamente tan grande.
“Por lo pronto, la magnitud del problema de las hipotecas de alto riesgo en 2007 era mucho más grande. La deuda hipotecaria pendiente ascendió a US$5 billones entre 2002 y 2007, mientras que el crecimiento de la deuda en el sector de petróleo y gas (en todo el mundo) aumentó sólo US$1,5 billones entre 2006 y 2014”, dice el equipo. “En el extremo más riesgoso del mercado, las hipotecas de alto riesgo ascendían a US$800.000 millones en 2007, mientras que se estima que la deuda [con rendimientos altos] expuesta al sector de energía en Estados Unidos, incluyendo tanto bonos como préstamos, sea de unos US$300.000 millones hoy”.
El segundo motivo, de acuerdo al análisis de Gold- man, es que la caída drástica de los precios de las casas fue completamente inesperada, mientras que la caída de los precios del petróleo no fue totalmente imprevista.
“La reciente caída de los precios del petróleo, si bien fue grande, difícilmente era ‘impensable’ dada la magnitud de mermas anteriores”, escribieron los analistas. (Por supuesto, uno podría preguntarse por qué los analistas y economistas de Goldman y otras empresas de Wall Street tardaron bastante en bajar sus pronósticos de precios del petróleo y se negaron a creer que caería incluso por debajo de US$75 por barril hasta que los mercados demostraron lo contrario).
En tercer lugar, el apalancamiento en el mercado de energía no es tan alto debido al carácter volátil del petróleo.
“En el período previo a la crisis de la deuda de alto riesgo, el mercado toleró niveles extremadamente altos de apalancamiento insertados en títulos con hipotecas como garantía porque se consideraba que los precios de las casas, y por ende las pérdidas causadas por hipotecas, eran muy predecibles”, señala el equipo. “En contraste, en el sector de energía, se conocía bien la volatilidad histórica de los precios del petróleo (por más que los mercados de bonos no hayan podido prever el colapso), lo que evitó que los emisores buscaran estar ni remotamente cerca del nivel de apalancamiento o complejidad alentado por las defectuosas notas de riesgo crediticio AAA en las hipotecas”.
Por último, los balances bancarios son más saludables que en 2007-2008 y su exposición a la energía es mucho menor que la que tenían a la deuda de alto riesgo.
“Los balances bancarios tienen mucha menos exposición al riesgo de la energía hoy que la que tenían al riesgo hipotecario en 2007”, dice Goldman. “En 2007, por ejemplo, las hipotecas y los títulos hipotecarios representaban el 33 por ciento de los préstamos bancarios en Estados Unidos. En contraste, hoy los préstamos comerciales al sector de energía son relativamente modestos, sólo el 2,5 por ciento de los créditos bancarios”.
Rendimiento. La preocupación por la seguridad de la deuda en el sector de energía ha sido un factor clave en el rendimiento constantemente inferior de las empresas financieras desde comienzos de 2016. A algunos inversores les preocupa que los bancos resulten poco preparados para sufrir pérdidas ligadas a la energía, aunque muy pocos vaticinan algo semejante a una debacle como la de la deuda de alto riesgo.