En el primer tomo (SD: UNPHU, 1981) del “Epistolario íntimo” entre Pedro Henríquez Ureña (PHU) y Alfonso Reyes (AR), que se extiende cronológicamente desde septiembre de 1907 hasta agosto de 1914, solo hay, si no yerro, dos menciones al cine.
Dice PHU, en su carta escrita en México el 22 de enero de 1909 a AR, lo siguiente: “Se ha inaugurado un agradable Salón de Cinematógrafo, en la esquina del 5 de Mayo y Santa Clara. Se llama ‘Cine Club’, porque aparte del cinematógrafo tiene toda una instalación de café, con dos orquestas, un piano mecánico y un enorme fonógrafo. Se puede estar allí toda la noche, pues el precio no es por tandas. Han comenzado a presentar las pantomimas artísticas, puestas para cine por literatos franceses. La de esta semana ha sido ‘El Duque de Guisa’, compuesta por Lavedan, e interpretada por Lebargy (Enrique III), Lambert y la Robinne. Prometen una de Rostand. La concurrencia ha sido extraordinaria”. (p. 93). PHU obligado a reconocer el carácter popular del cine.
¿Puede deducirse del texto citado que PHU vio esa “pantomima artística” del Duque de Guisa, “puesta para cine por literatos franceses”? Aunque el texto no dice “Yo, Pedro, fui a ver…”, se infiere que él entró a ese cinematógrafo. La expresión “La Robinne” connota un conocimiento anterior de la actriz por parte de PHU y AR. Si no hubiese sido así, PHU utiliza el nombre, además del apellido, de la actriz, lo que implica familiaridad con el personaje, a quien han visto posiblemente en otras películas.
Este es el tipo de tema, el histórico, que interesaba a los intelectuales que adversaron al principio el cinematógrafo, porque supuestamente tales filmes no estaban basados en obras literarias, sino en la historia verdadera. Pero las películas, aunque estuvieran basadas en personajes históricos, también eran rechazadas. Tal la “Juana de Arco” de Jeanson, rechazada porque ese personaje ya había muerto y no podía ser verdadero. Y nada más atractivo que este tema del Duque de Guisa, quien, como se sabe, fue asesinado en una encerrona en el propio palacio real, lo que constituye uno de los episodios más sombríos de la lucha entre católicos y protestantes en la época de Enrique III. Es tan atractivo el tema que, desde esa época hasta hoy, múltiples son los filmes y obras teatrales que evocan aquella tragedia. El lado didáctico o pedagógico era muy cotizado en el mundillo intelectual en los albores del cine, puesto que desde Cicerón hubo la creencia, errada, de que la historia era la maestra de la vida.
La segunda mención al cine por parte de PHU se halla en la carta fechada desde La Habana el 17-18 de abril de 1911 a AR, quien vive en París donde ocupa el cargo de secretario de la Legación de México: “Después [de asistir a la conferencia de José Enrique Varona] salimos a recorrer teatros: Max puede entrar a todos e introducir diez o doce personas. Lo más curioso fue el teatro de mímica: cinematógrafo viviente. ¡Curiosa reversión!” (p.112) Si Max podía entrar a diez, ¿iba a dejar fuera a su hermano? Pero PHU es muy elusivo cuando se trata de hablar de cine. Eso explica la expresión entre admirativa y adversativa. El vocablo mismo “reversión” es negativo, sinónimo de inversión, y esto tal vez explique que todavía, en época tan lejana como 1946, AR le pregunte en México a Sonia, la hija de PHU, si este se había re conciliado a final de su vida con el cine.
El tomo dos de las correspondencias entre ambos humanistas es idéntico al tomo uno en citas al cine por parte de PHU (SD: UNPHU, 1981). Hay dos menciones en la correspondencia que va del 6 de agosto de 1914 en La Habana al 11 de septiembre de 1916 en Nueva York. AR sigue en París, pero cuando arrecien los peligros de la guerra y se produzca su cancelación del puesto en el gobierno de Venustiano Carranza, se trasladará a Madrid, donde pasará las de Caín junto a su familia, pero logrará enderezar un poco la maltrecha economía al conseguir trabajo en el Centro Histórico dirigido por Ramón Menéndez y Pidal y escribirá como un desesperado en varios periódicos y revistas para agenciarse un poco de dinero.
Igualmente, PHU ha dejado México. La guerra entre Huerta y Carranza deshizo el país. Casi todos los intelectuales del Ateneo de la Juventud perdieron su puesto y muchos salieron a un exilio entre voluntario y forzoso. PHU ha debido quedarse en La Habana por causa de la guerra y el proyecto de viajar a Europa se volvió impracticable. Sin AR en México, único intelectual con quien PHU podía dialogar, nuestro humanista también pasó las de Caín en Nueva York: trabajaba como un loco para el periódico ‘Las Novedades’ de su paisano Francisco José Peynado, pero luego que el medio cambió de dueño y de política, PHU estaba desorientado, el dinero no le alcanzaba y tuvo que aceptar un puesto mal remunerado de profesor en la Universidad de Chicago y luego de asistente en la Universidad de Minnesota, Minneápolis, más con el fin de realizar su maestría y luego el doctorado en Literatura Hispánica que con el de mejorar su situación económica, y continuó su labor de colaborador pagado en varias revistas del continente americano.
En carta fechada en Nueva York el 29 de diciembre de 1915, PHU le dice a AR: “En ‘España’ reconocí como vuestras las notas del cine. Si leéis ‘Novedades’, de ahí podéis sacar notas sobre artistas españoles en los Estados Unidos. Hay muchos, desde Pablo Casals, el primer violoncelista de hoy hasta b[a]ilarinas de café concierto. Hay también mucho hispano-americanos. España, gracias a Granados, está de moda musicalmente. Tocan mucho Granados, Albéniz, y, entre otros, Grovuiez: ni sé quién es, ni me explico cómo ese nombre pueda ser español; pero por tal lo tienen”. (p. 207).
Juicios musicales certeros de PHU y reconocedor del ritmo de AR donde quiera que se esconda, pues estos textos sobre cine eran escritos, como ya vimos en la crónica anterior, tanto por AR como por Martín Luis Guzmán con el seudónimo de Fósforo.
Esta es la segunda y última cita del insigne humanista acerca del cine: “El Quijote en cine yanqui, horrible. Todo alterado. D. Quijote muere de herida. Estamos en pleno españolismo: triunfo de ‘Goyescas’ (léeme en ‘Novedades’) y de la ‘Barrientos’.” (p. 225).
Aunque a despecho de lo dicho por AR acerca del retraimiento de PHU con respecto al cine, este hombre, como veremos en el último tomo de la correspondencia entre ambos, arreció su comunicación con el séptimo arte, como lo bautizó Ricciotto Canudo, italiano, desde 1911.